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31 ene 2009

MINUTO DOMINICAL


“Entró en el templo y comenzó a enseñar”
01 de Febrero de 2009: Ciclo Anual “B”
Evangelio de San Marcos 1, 21-28

Era un día domingo a las 11.00 de la Mañana. Jesús entró en el templo a la hora en que la asamblea esta reuniéndose. Le conceden la palabra, la oportunidad de dirigirse a la asamblea. Ya era conocido. En la mente de los reunidos en la sinagoga está el recuerdo del gran Moisés, que era profeta y más que profeta, pues hablaba con Dios cara a cara. Ya el Deuteronomio, o Segunda Ley, recuerda: El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta..., lo hará surgir de entre ustedes, de entre sus hermanos. (Primera lectura). Y sus miradas estaban fijas en Él, atentos a las palabras que salen de su boca. No era un rabino; no era un doctor de la ley; todos están asombrados. Hasta la maldad presente en el poseído claudica ante la fuerza de su presencia y se siente amenazada por su verdad y transparencia.


La sinagoga se conmociona y el asombro es total: les enseñaba como quien tiene autoridad y como los escribas. Enseña de una manera nueva, llena de autoridad. Todos quedaron asombrados. Su fama se extendió rápidamente.


Era un día domingo a las 11.00 de la Mañana. La Comunidad se está reuniendo. Jesús entra en la Comunidad. Está hablando por boca de un Laico que proclama la primera lectura. Por el Joven que proclama el salmo; por la homilía que exhorta y actualiza la palabra. No produce ningún asombro. Todos los domingos escuchan las lecturas, las homilías, las… . No hay ningún poseído o borracho, o niño llorando, o desaguiso que llame la atención y los despierte. Su palabra no produce asombro. Todos se quedan callados, no asombrados ni conmovidos. ¿Qué es esto? ¿Por qué a nadie asombran sus palabras? ¿Por qué no resuena en los corazones la fuerza de su autoridad? La enseñanza nueva.. ¿Se ha desgastado?; ¿ha pasado a ser su palabra como la de un escriba o doctor cualquiera, repetida, trillada, muerta, sin fuerza incisiva? El poseído del espíritu impuro es cuestionado por la fuerza de la presencia y de la palabra de Jesús; a los restantes de la sinagoga los asombra; su fama se extiende. ¿Por que ya no nos asombra? ¿Por que ya no nos denuncia? ¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? Saludos


P. Esteban Merino Gómez, sdb.