
“Permanecer”
010 de Mayo de 2009. Domingo 5º de Pascua - Ciclo Anual “B”
Evangelio de San Juan 15, 1-18
Los grandes encuentros humanos personales dejan huellas en nosotros, se van alimentando y cultivando continuamente, es constante nuestro encuentro con esas personas y sabemos que están, ahí, que contamos con ellas en significativos momentos y acontecimientos de nuestra historia personal. Nuestra relación de amistad, de amor familiar, de amor de pareja, es profunda, arraigada y permanece entre nosotros.
Veo esta mañana desde mi ventana la parra, la vid, que en el otoño que refresca va perdiendo las hojas. No habrá pasado mucho tiempo y habrán desparecido todas. Cuando los sarmientos parezcan muertos vendrá el tiempo de la poda. Muchas ramas serán cortadas. A la vista quedará reducida, empequeñecida, sin verdor ni follaje. Luego la espera. La muerte es aparente. Volverá a brotar. Los sarmientos cortados irán al fuego o a la basura. La planta, la vid y los sarmientos unidos a ella, volverán a renacer, reverdecerán y darán frutos. Este tiempo de poda y muerte será superado por la vida nueva y fructífera.
Jesús, en el largo discurso de la Cena en el evangelio de Juan, utiliza este símil de la Vid y los sarmientos. Con la vid es comparado el Pueblo de Israel. Ellos son la ‘viña del señor’ (Jer 2, 21; Ez 15, 6; 19, 10-14; Os 10,1; Sal 80, 8-17), que no siempre responde a los cuidados de quien la ha plantado, la protege, cuida y espera sus frutos. Jesús se compara a sí mismo con la Vid: Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Y la contraparte, los sarmientos, son, somos los discípulos: Ustedes son los sarmientos. La tarea del Viñador se puede parangonar con la que realiza el viñador en nuestras tierras: poda.., corta.., recoge las vides y las tira al fuego. Podar y limpiar es una tarea semejante. Si no se realiza la planta no dará fruto en la nueva temporada o cosecha. Pero Jesús repite, hasta ocho veces, una palabra, que parece contradictoria con la tarea de poda del Padre Viñador: Permanezcan en mí… Yo permanezco en ustedes… El sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. El que permanece en mí… El que no permanece en mí… Si ustedes permanece en mí y mis palabras permanecen en ustedes… …darán frutos abundantes. El Resucitado es la Vid, que podada por la muerte, esta lista para comunicar su savia, su fuerza y vitalidad nueva. Los nuevos bautizados, ‘neófitos’, recién injertados en la Planta del Señor de la Vida son los sarmientos. La clave de la nueva vida iniciada es continuar, permanecer. Un hecho nuevo se ha dado en la vida del discípulo que ha pasado de ser ‘catecúmeno’, quien se prepara, escucha la Palabra, se catequiza e inicia un cambio de vida, y es limpiado e injertado en la vida del Resucitado. La lectura pascual de la vid y los sarmientos destaca más la continuidad de la existencia cristiana que el momento inicial en que esta se ha producido. Importante ha sido la preparación y el injerto bautismal sacramental, pero más importante aún es la vida diaria, que permanezca esta conexión y que la savia continúe corriendo por las venas del discípulo. Los canales han sido creados. La Fuente Pascual: Cristo, está Vivo y Vivificante, la posibilidad de dar fruto tiene una sola condición: permanezcan en mí. Su permanencia en nosotros esta garantizada de su parte, la limitación es causada por nuestro desapego, olvido o corte vital con Él. La consecuencia es la muerte del sarmiento, la ausencia de frutos, la desaparición de esta rama, que se tirada a la basura, la desconexión de la vid por abandono, falta de savia o vida, la muerte del creyente. Siempre la poda duele. Se pierden unas ramas. Pero el Padre, el Viñador, conoce dónde están nuestros frutos y las nuevas posibilidades de dar más fruto en los tiempos que vienen.
Nuestros grandes encuentros con Cristo, momentos puntuales, son solemnizados y celebrados con grandes fiestas. Destacamos el Bautismo, la Primera Participación en la Eucaristía, el Matrimonio, y hasta los funerales o exequias de un ser querido. Todos estos momentos son festivos para nosotros, altamente valorados y los festejamos, llegando a gastar en exceso en ellos, pero por el contrario mostramos poco interés, compromiso y dedicación a la permanencia, a la vida cristiana habitual, a la relación personal continua con Cristo, la Fuente Pascual de Vida. Somos cristianos de momentos y no de permanencia. Cristianos de celebraciones sociales puntales y no de vida en Cristo. Cristianos sociales culturales y no injertados permanentes en Cristo. ¿Por qué no permanece mi relación con Él como mis grandes encuentros, amistadas y amores? ¿Permanezco en Cristo? ¿Qué podaría Él en mí este año? Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.
010 de Mayo de 2009. Domingo 5º de Pascua - Ciclo Anual “B”
Evangelio de San Juan 15, 1-18
Los grandes encuentros humanos personales dejan huellas en nosotros, se van alimentando y cultivando continuamente, es constante nuestro encuentro con esas personas y sabemos que están, ahí, que contamos con ellas en significativos momentos y acontecimientos de nuestra historia personal. Nuestra relación de amistad, de amor familiar, de amor de pareja, es profunda, arraigada y permanece entre nosotros.
Veo esta mañana desde mi ventana la parra, la vid, que en el otoño que refresca va perdiendo las hojas. No habrá pasado mucho tiempo y habrán desparecido todas. Cuando los sarmientos parezcan muertos vendrá el tiempo de la poda. Muchas ramas serán cortadas. A la vista quedará reducida, empequeñecida, sin verdor ni follaje. Luego la espera. La muerte es aparente. Volverá a brotar. Los sarmientos cortados irán al fuego o a la basura. La planta, la vid y los sarmientos unidos a ella, volverán a renacer, reverdecerán y darán frutos. Este tiempo de poda y muerte será superado por la vida nueva y fructífera.
Jesús, en el largo discurso de la Cena en el evangelio de Juan, utiliza este símil de la Vid y los sarmientos. Con la vid es comparado el Pueblo de Israel. Ellos son la ‘viña del señor’ (Jer 2, 21; Ez 15, 6; 19, 10-14; Os 10,1; Sal 80, 8-17), que no siempre responde a los cuidados de quien la ha plantado, la protege, cuida y espera sus frutos. Jesús se compara a sí mismo con la Vid: Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Y la contraparte, los sarmientos, son, somos los discípulos: Ustedes son los sarmientos. La tarea del Viñador se puede parangonar con la que realiza el viñador en nuestras tierras: poda.., corta.., recoge las vides y las tira al fuego. Podar y limpiar es una tarea semejante. Si no se realiza la planta no dará fruto en la nueva temporada o cosecha. Pero Jesús repite, hasta ocho veces, una palabra, que parece contradictoria con la tarea de poda del Padre Viñador: Permanezcan en mí… Yo permanezco en ustedes… El sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. El que permanece en mí… El que no permanece en mí… Si ustedes permanece en mí y mis palabras permanecen en ustedes… …darán frutos abundantes. El Resucitado es la Vid, que podada por la muerte, esta lista para comunicar su savia, su fuerza y vitalidad nueva. Los nuevos bautizados, ‘neófitos’, recién injertados en la Planta del Señor de la Vida son los sarmientos. La clave de la nueva vida iniciada es continuar, permanecer. Un hecho nuevo se ha dado en la vida del discípulo que ha pasado de ser ‘catecúmeno’, quien se prepara, escucha la Palabra, se catequiza e inicia un cambio de vida, y es limpiado e injertado en la vida del Resucitado. La lectura pascual de la vid y los sarmientos destaca más la continuidad de la existencia cristiana que el momento inicial en que esta se ha producido. Importante ha sido la preparación y el injerto bautismal sacramental, pero más importante aún es la vida diaria, que permanezca esta conexión y que la savia continúe corriendo por las venas del discípulo. Los canales han sido creados. La Fuente Pascual: Cristo, está Vivo y Vivificante, la posibilidad de dar fruto tiene una sola condición: permanezcan en mí. Su permanencia en nosotros esta garantizada de su parte, la limitación es causada por nuestro desapego, olvido o corte vital con Él. La consecuencia es la muerte del sarmiento, la ausencia de frutos, la desaparición de esta rama, que se tirada a la basura, la desconexión de la vid por abandono, falta de savia o vida, la muerte del creyente. Siempre la poda duele. Se pierden unas ramas. Pero el Padre, el Viñador, conoce dónde están nuestros frutos y las nuevas posibilidades de dar más fruto en los tiempos que vienen.
Nuestros grandes encuentros con Cristo, momentos puntuales, son solemnizados y celebrados con grandes fiestas. Destacamos el Bautismo, la Primera Participación en la Eucaristía, el Matrimonio, y hasta los funerales o exequias de un ser querido. Todos estos momentos son festivos para nosotros, altamente valorados y los festejamos, llegando a gastar en exceso en ellos, pero por el contrario mostramos poco interés, compromiso y dedicación a la permanencia, a la vida cristiana habitual, a la relación personal continua con Cristo, la Fuente Pascual de Vida. Somos cristianos de momentos y no de permanencia. Cristianos de celebraciones sociales puntales y no de vida en Cristo. Cristianos sociales culturales y no injertados permanentes en Cristo. ¿Por qué no permanece mi relación con Él como mis grandes encuentros, amistadas y amores? ¿Permanezco en Cristo? ¿Qué podaría Él en mí este año? Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.