
“Calidad interior y ritos externos”
30 de Agosto de 2009. Domingo 22º del Tiempo Ordinario - Ciclo Anual “B”
Evangelio de San Marcos 7, 1-23
Íbamos de pueblo en pueblo por Galilea al lado del lago de Genesaret, después haber cruzado el lago y de la multiplicación de los panes que tanto nos impactó. La gente se reunía alrededor de Jesús con entusiasmo para escucharlo (Cfr. Mc 6, 56). Llegaron “escribas y fariseos de Jerusalén”. La capital siempre es más culta y los escribas son los conocedores de la ley, y sus compañeros de viaje los fariseos se enorgullecen de ser los mejores cumplidores de ella. La discusión se entabló de inmediato y la conversación fue derivando hacia las diversas tradiciones religiosas. Alguien recordó como vestían los curas en otro tiempo con sotana y como era la misa en latín. Las procesiones y las cosas que nos exigían; el ayuno desde las 12 de la noche antes de comulgar; o el vestido blanco de la novia en el matrimonio; la fiesta que hay que hacer en la primera comunión; que había que confesarse una vez al año, y otras muchas cosas; las charlas y encuentros que tanto nos exigen; los documentos para los sacramentos,…. Jesús estaba con nosotros. Algunos del grupo tenían hambre y al ser invitados se sentaron a la mesa de inmediato. Y ahí surgió la discusión más fuerte cuando los vieron los escribas y fariseos. Inmediatamente los acusaron: “se acercaron a Jesús y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir sin lavar”. Es una de sus tradiciones más exigidas y severas referida a la pureza externa y ritual: “Los fariseos no comen sin lavarse antes ruidosamente las manos siguiendo la tradición de sus antepasados”. A Jesús no le gusto mucho su actitud tan dura y de una religiosidad tan centrada en lo externo. Los trató muy duro: ¡Hipócritas¡ . A todos nos extraño su dureza.
Pero si se han dado cuenta este relato no es del joven Juan, el Evangelista del domingo pasado, sino que este domingo es San Marcos a quien de nuevo retomamos y que es nuestro guía de lectura este año. Y en su relato repite, como 5 veces la palabra tradición, y la complementa con otras ideas perecidas como: doctrinas que enseñan; preceptos humanos; cosa externa; culto vano; culto con los labios. Por contraposición las palabras de Jesús están centradas en: corazón del hombre; interior; lo que sale el corazón. Nos recuerda la propuesta del Señor a su pueblo: escucha los preceptos.. ..para que los pongas en práctica (primera lectura de hoy: Dt 4, 1-2), y también es el recuerdo de Santiago a quien hoy comenzamos a leer: Reciban con docilidad la Palabra.. ..pónganla en practica y no se contenten con sólo oírla. (Sant 1, 21-22). Exterior, tradición, culto, doctrina, de labios para afuera, definen muy bien la actitud fariseo. La fe, la religión parecen ser normas externas. Por el contrario Jesús, como nos los relata hoy Marcos, exige otro estilo de religión: desde el corazón, desde el interior. La fe se juega desde el corazón, desde el interior, desde la profundidad de la persona, desde su núcleo ético vital, o centro vital como personalidad creyente. Ahí están las opciones. Ahí están o de ahí surgen las decisiones verdadera y profundamente humanas, en las que se juega mi opción de vida: malas intenciones, fornicación, robo, homicidio, engaños, maldad,… pero, por supuesto, no solo lo malo, también las opciones buenas, del Reino, como Pablo nos recuerda: amor, alegría, paz, bondad, fidelidad, templanza, paciencia, etc.. (Cfr Gal 5, 22-23).
La hipocresía es la incoherencia entre lo exterior y lo interior, es decir, que las normas que nos exigimos, los signos, el culto que realizamos, la normativa que vivimos, no tenga un corazón al que expresan y sean un cumplimiento externo vacío y mentiroso. Por eso Jesús pide la calidad interior, en ella tienen sentido las normas externas que la cumplen o realizan y hacen que no sean cosas vacías, por tradición, por costumbre, por mandadas o por rutinariamente aprendidas. La religiosidad pura, que nos dice Santiago es religiosidad de vida y no sólo que signos externos; es sensible frente a quien me rodea, solidaria y consciente de las opciones que toma. Todas las cosas malas (y las buenas) proceden del interior y son las que manchan (o dignifican) al hombre (a la persona). Sólo desde el interior hay verdadera fe y respuesta auténtica al maestro. De donde surge mi religiosidad: ¿Del interior o de cosas externas repetidas por tradición o costumbre? Si no hay corazón no hay verdadero seguimiento de Jesús. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.
30 de Agosto de 2009. Domingo 22º del Tiempo Ordinario - Ciclo Anual “B”
Evangelio de San Marcos 7, 1-23
Íbamos de pueblo en pueblo por Galilea al lado del lago de Genesaret, después haber cruzado el lago y de la multiplicación de los panes que tanto nos impactó. La gente se reunía alrededor de Jesús con entusiasmo para escucharlo (Cfr. Mc 6, 56). Llegaron “escribas y fariseos de Jerusalén”. La capital siempre es más culta y los escribas son los conocedores de la ley, y sus compañeros de viaje los fariseos se enorgullecen de ser los mejores cumplidores de ella. La discusión se entabló de inmediato y la conversación fue derivando hacia las diversas tradiciones religiosas. Alguien recordó como vestían los curas en otro tiempo con sotana y como era la misa en latín. Las procesiones y las cosas que nos exigían; el ayuno desde las 12 de la noche antes de comulgar; o el vestido blanco de la novia en el matrimonio; la fiesta que hay que hacer en la primera comunión; que había que confesarse una vez al año, y otras muchas cosas; las charlas y encuentros que tanto nos exigen; los documentos para los sacramentos,…. Jesús estaba con nosotros. Algunos del grupo tenían hambre y al ser invitados se sentaron a la mesa de inmediato. Y ahí surgió la discusión más fuerte cuando los vieron los escribas y fariseos. Inmediatamente los acusaron: “se acercaron a Jesús y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir sin lavar”. Es una de sus tradiciones más exigidas y severas referida a la pureza externa y ritual: “Los fariseos no comen sin lavarse antes ruidosamente las manos siguiendo la tradición de sus antepasados”. A Jesús no le gusto mucho su actitud tan dura y de una religiosidad tan centrada en lo externo. Los trató muy duro: ¡Hipócritas¡ . A todos nos extraño su dureza.
Pero si se han dado cuenta este relato no es del joven Juan, el Evangelista del domingo pasado, sino que este domingo es San Marcos a quien de nuevo retomamos y que es nuestro guía de lectura este año. Y en su relato repite, como 5 veces la palabra tradición, y la complementa con otras ideas perecidas como: doctrinas que enseñan; preceptos humanos; cosa externa; culto vano; culto con los labios. Por contraposición las palabras de Jesús están centradas en: corazón del hombre; interior; lo que sale el corazón. Nos recuerda la propuesta del Señor a su pueblo: escucha los preceptos.. ..para que los pongas en práctica (primera lectura de hoy: Dt 4, 1-2), y también es el recuerdo de Santiago a quien hoy comenzamos a leer: Reciban con docilidad la Palabra.. ..pónganla en practica y no se contenten con sólo oírla. (Sant 1, 21-22). Exterior, tradición, culto, doctrina, de labios para afuera, definen muy bien la actitud fariseo. La fe, la religión parecen ser normas externas. Por el contrario Jesús, como nos los relata hoy Marcos, exige otro estilo de religión: desde el corazón, desde el interior. La fe se juega desde el corazón, desde el interior, desde la profundidad de la persona, desde su núcleo ético vital, o centro vital como personalidad creyente. Ahí están las opciones. Ahí están o de ahí surgen las decisiones verdadera y profundamente humanas, en las que se juega mi opción de vida: malas intenciones, fornicación, robo, homicidio, engaños, maldad,… pero, por supuesto, no solo lo malo, también las opciones buenas, del Reino, como Pablo nos recuerda: amor, alegría, paz, bondad, fidelidad, templanza, paciencia, etc.. (Cfr Gal 5, 22-23).
La hipocresía es la incoherencia entre lo exterior y lo interior, es decir, que las normas que nos exigimos, los signos, el culto que realizamos, la normativa que vivimos, no tenga un corazón al que expresan y sean un cumplimiento externo vacío y mentiroso. Por eso Jesús pide la calidad interior, en ella tienen sentido las normas externas que la cumplen o realizan y hacen que no sean cosas vacías, por tradición, por costumbre, por mandadas o por rutinariamente aprendidas. La religiosidad pura, que nos dice Santiago es religiosidad de vida y no sólo que signos externos; es sensible frente a quien me rodea, solidaria y consciente de las opciones que toma. Todas las cosas malas (y las buenas) proceden del interior y son las que manchan (o dignifican) al hombre (a la persona). Sólo desde el interior hay verdadera fe y respuesta auténtica al maestro. De donde surge mi religiosidad: ¿Del interior o de cosas externas repetidas por tradición o costumbre? Si no hay corazón no hay verdadero seguimiento de Jesús. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.