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5 ago 2011

LECTURA ORANTE DE LA PALABRA
(Mateo 14, 22-33)

ORACION INICIAL.- 
“Jesús bueno y misericordioso, tantos hechos y palabras que nos has dado a conocer y aún creyendo lo que Tú generosamente nos entregas, igual nos entran dudas y nuestra fe vacila… todo está dando vueltas por la contingencia que nos rodea… y en ellos, Padre bueno, no estás Tú.  Te pedimos desde el fondo de nuestro corazón que nos hagas entender tu mensaje de la Buena Nueva… repítenos una vez más: “Ánimo, soy yo.  No tengas miedo”. Ayúdanos a seguirte siempre y a escuchar tu voz que nos anima a una vida buena. Amén”.


CANTAMOS AL ESPIRITU.- 
Ven espíritu de santidad,
ven espíritu de luz.
Ven espíritu de fuego,
ven abrázanos. (bis)


LECTURA: ¿Qué dice el texto? Mateo 14, 22-33

a)       Introducción: 

Mientras Jesús reza en el monte, manda a sus discípulos a ir más allá, a embarcarse con rumbo a los demás… para enseñar y compartir, en otros lugares, la Buena Nueva. Las aguas están turbulentas y remecen la barca… ¿Qué significa eso? 

Caminar sobre las aguas es una bella imagen, lo que no impide que pueda ser verdadera.  Es el primero de los pasajes  en que Mateo hace de Pedro el modelo del discípulo de Jesús.  Solamente Pedro se atrevió a desear para sí lo que parecía reservado a Jesús y éste se le concedió.  Abramos nuestros corazones para escuchar la Palabra de Dios.

b)      Leer el texto de Mateo 14,22-33: Leemos el texto con mucha atención, fijándonos en cada uno de los detalles que en él aparecen.  Y tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad.

c)       Hacemos un momento de silencio orante: Hacemos un momento de silencio, para que la Palabra de Dios penetre en nuestro interior para saborearla, y así pueda iluminar nuestras vidas.


Contexto:   Este hermoso texto nos ayuda a comprender nuestra propia vida de fe. Nos señala que descubriremos al Señor en sus inspiraciones, y  a buscarlo no en el ruido o en el vértigo, sino en la quietud y la serenidad de nuestros propios momentos.

Este Evangelio tomado desde la comprensión teológica de Jesús,  nos hace ver que muchas veces cuando nos apartamos de nuestro buen Señor, aparecen: tempestades, inseguridades y sentimos que vamos a hundirnos en los huracanes de nuestro diario quehacer.

Y, en esos momentos de duda y temores, Jesús en su inmenso amor nos extiende la mano, para que no nos desesperemos ante los problemas. Como a los apóstoles, el Señor se nos hace presente con un "Ánimo, no temas, yo soy" y logra que lo reconozcamos a pesar de nuestra ceguera, de nuestra falta de maduración de la fe. 

Dios, Padre bueno, desea salvarnos a través de su amado Hijo, pero nos cuesta extender nuestra mano hacia Él y nos hundimos, arrastrando con nuestros temores mis esperanzas de una buena vida y también a nuestras familias.

Jesús ha estado, está y estará siempre presente en nuestras vidas.  Tal como lo hizo con los apóstoles, Jesús actúa en nuestras vidas y nos ayuda a que pongamos todo nuestro esfuerzo en tratar de sobrellevar las distintas situaciones de nuestra existencia. Él viene en nuestro auxilio cuando ya nosotros hemos agotado todo lo que estaba en nuestras manos.

Este evangelio es algo así como la estampa de lo que a cada uno de nosotros nos va a pasar en algunos momentos de duda en nuestro caminar.

Tengámoslo presente, para que sepamos vivir el Evangelio en plenitud.

Aprendamos a tomarnos de la mano de Jesús, en dudas… todo se hunde, todo es inestable.....sólo el amor de Dios es el que permanece.

Digámosle como Pedro: “¡Señor, sálvame; Señor, alárgame tu mano, Señor, tenme siempre contigo, .... Señor, recuerda que a pesar de mis dudas… soy tuyo y consérvame siempre tuyo”.

Jesús tranquilizó a Pedro y lo tomó de la mano. El cambio fue instantáneo; al temor y la zozobra sobrevino la tranquilidad y la paz

Y seguramente cuando Pedro  se encontró más tarde en otras tempestades,  en las persecuciones que lo amenazaban, recordaría esa mano que agarró la suya ese día en el lago de Genesaret.

Cuántas veces es nuestra inmadura fe, la causante de que nos veamos privados de la ayuda del Señor. Cuántas veces es nuestra débil fe, la que nos impide descubrir al Señor en nuestras propias tempestades y nos imposibilita dar ese salto hacia  nuestro amigo Jesús.

Vamos a pedirle hoy al Señor, que aumente nuestra fe. Que siempre sepamos descubrir la mano del Señor, incluso en las dificultades más duras y que nos aferremos a Él sabiendo que Jesús nunca nos abandonará.

d)      ¿Qué dice el Texto?:

Ø     ¿Qué versículo o parte del texto te impresionó más?
Ø     ¿Hacia dónde se dirigían los discípulos, mientras Jesús despedía a la gente?
Ø     ¿Adónde se dirigió Jesús después y para qué?
Ø     ¿Por qué tenían miedo los discípulos?, ¿Qué gritaron?, ¿Qué les respondió Jesús?
Ø     ¿En qué momento comenzó Pedro a hundirse?, ¿De qué le recriminó Jesús?
Ø     ¿Qué hacen y dicen los que estaban en la barca?


MEDITACIÓN.- ¿Qué me dice o nos dice el Texto para la vida?

No es necesario responder a cada pregunta.  Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo  importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

Ø      En los momentos de oscuridad y tormenta en nuestra vida: ¿Cómo reaccionamos?.
Ø      Ante las dificultades de la vida: ¿Cuáles son los miedos, preocupaciones y dudas que nos hacen flaquear en la fe y nos hunden?, ¿Reconocemos la presencia de Jesús a nuestro lado?
Ø      ¿Qué pedimos al Señor en los momentos de tormentas en nuestra vida?
Ø      Pedimos: ¿Un milagro que nos libre?, ¿Una fe más grande?, ¿En qué nos asemejamos a Pedro?
Ø      Explicar cómo una comunidad cristiana puede perder el horizonte cuando permite que sea el temor a los elementos adversos el que los motiva a tomar una decisión y no la fe en Jesús
Ø      “La fe es capaz de mover montañas… y de hacernos caminar sobre el mar”. ¿Qué nos quiere decir esto?. 
Ø      ¿De qué manera este texto puede ayudar a personas que se desaniman ante las dificultades?
Ø      ¿Hubo alguna vez una tempestad en la comunidad cristiana? ¿Cómo se superó?
Ø      ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?


ORACIÓN.- ¿Qué le respondo al Señor?

Todo lo que hemos leído, meditado, lo transformaremos en oración personal que dirigimos directamente a Dios Trino.  Procuremos que esta oración, brote de lo profundo de nuestro ser, pues es la respuesta que damos a Dios, luego del regalo de su Palabra.  Como comunidad  orante, les respondemos al Señor:: dando gracias, o suplicando, o bendiciendo, o simplemente expresando lo que hay en el corazón.

Quizás nos pueden ayudar algunas de las siguientes frases:

~        Jesús bueno, haz que busquemos siempre en Ti la fuerza  necesaria para llevar a cabo tu misión en el mundo pues solo así…
~        Padre amado, extiende tu mano generosa a todos los que trabajemos por lograr un mundo más humano y fraterno, para que nunca nos desanimemos ante las dificultades, para…
~        Señor Jesús, que tu Espíritu de amor inunde los corazones de todos los que dudan y/o vacilan en la fe para que encuentren en Ti la fortaleza que…
~        Señor, que encontremos en le Eucaristía y en la Comunidad la fuerza y el ánimo necesarios para no perder nunca la esperanza, la fe y la caridad en Ti, porque tú….

CONTEMPLACIÓN.- Dejo que el Señor me hable.

Luego de haber leído, meditado y orado la Palabra, hago un profundo silencio y me quedo en un coloquio con el Señor de la vida.  Lo escucho con mis sentidos interiores.  Pongo una suave música de fondo.

Vivamos este momento contemplando la imagen Jesús y sus huellas en la arena… Contempla a Jesús por unos minutos y en el silencio de tu corazón, repite esta jaculatoria:




“Señor Jesús, no me sueltes nunca de tu mano…”


ACCIÓN. ¿Y qué voy a hacer ahora, cómo haré vida esta Palabra?

Ø      ¿A qué me invita el Señor luego de haber leído su Palabra?
Ø      ¿Qué puedo hacer en concreto para que a partir de hoy  mi vida sea una confianza absoluta en Dios que me ama?

ORACIÓN DE ENVIO:

“Padre bueno y misericordioso,
¡Gracias por tu santa Palabra!

Jesús bueno,
pienso en la vida que me ha tocado vivir
y cuántas veces, Tú, mi Señor,
te has aparecido en ella,
caminando hacia mí,
en las tormentas de mi vida
y yo no te he visto.

Padre bueno,
ayúdame a escuchar tu voz…
a tomarme de tu mano
cada vez que tenga dudas
y a sentirme feliz,
una vez pasada la tormenta,
pues Tú has estado conmigo,
así mi alma vuelve a la paz,
para mi bien y el de mis hermanos.

Jesús bueno y Padre de siempre, amén.