LECTURA
ORANTE DE LA PALABRA
(Mateo 14, 22-33)
ORACION INICIAL.-
“Jesús bueno y misericordioso, tantos hechos y
palabras que nos has dado a conocer y aún creyendo lo que Tú generosamente nos
entregas, igual nos entran dudas y nuestra fe vacila… todo está dando vueltas
por la contingencia que nos rodea… y en ellos, Padre bueno, no estás Tú. Te pedimos desde el fondo de nuestro corazón
que nos hagas entender tu mensaje de la Buena Nueva… repítenos una vez más: “Ánimo, soy
yo. No tengas miedo”. Ayúdanos a
seguirte siempre y a escuchar tu voz que nos anima a una vida buena. Amén”.
CANTAMOS AL ESPIRITU.-
Ven espíritu de santidad,
ven espíritu de luz.
Ven espíritu de fuego,
ven abrázanos. (bis)
LECTURA: ¿Qué dice el
texto? Mateo 14, 22-33
a)
Introducción:
Mientras Jesús reza en
el monte, manda a sus discípulos a ir más allá, a embarcarse con rumbo a los
demás… para enseñar y compartir, en otros lugares, la Buena Nueva. Las
aguas están turbulentas y remecen la barca… ¿Qué significa eso?
Caminar sobre las aguas
es una bella imagen, lo que no impide que pueda ser verdadera. Es el primero de los pasajes en que Mateo hace de Pedro el modelo del
discípulo de Jesús. Solamente Pedro se
atrevió a desear para sí lo que parecía reservado a Jesús y éste se le
concedió. Abramos nuestros corazones
para escuchar la Palabra
de Dios.
b)
Leer el texto de Mateo 14,22-33: Leemos el texto con
mucha atención, fijándonos en cada uno de los detalles que en él aparecen. Y tratando de descubrir el mensaje de fe que
el evangelista quiso transmitir a su comunidad.
c)
Hacemos un momento de silencio orante: Hacemos un momento de
silencio, para que la Palabra
de Dios penetre en nuestro interior para saborearla, y así pueda iluminar
nuestras vidas.
Contexto: Este hermoso texto nos ayuda a comprender
nuestra propia vida de fe. Nos señala que descubriremos al Señor en sus inspiraciones, y a
buscarlo no en el ruido o en el vértigo, sino en la quietud y la serenidad de
nuestros propios momentos.
Este Evangelio tomado desde la comprensión
teológica de Jesús, nos hace ver que
muchas veces cuando nos apartamos de nuestro buen Señor, aparecen: tempestades,
inseguridades y sentimos que vamos a hundirnos en los huracanes de nuestro
diario quehacer.
Y, en esos momentos de duda y temores, Jesús
en su inmenso amor nos extiende la mano, para que no nos desesperemos ante los
problemas. Como a los apóstoles, el Señor se nos hace presente con un
"Ánimo, no temas, yo soy" y logra que lo reconozcamos a pesar de
nuestra ceguera, de nuestra falta de maduración de la fe.
Dios, Padre bueno, desea salvarnos a través de su amado Hijo, pero nos cuesta extender nuestra mano hacia Él
y nos hundimos, arrastrando con nuestros temores mis esperanzas de una buena
vida y también a nuestras familias.
Jesús ha estado, está y estará siempre
presente en nuestras vidas. Tal como lo
hizo con los apóstoles, Jesús actúa en nuestras vidas y nos ayuda a que
pongamos todo nuestro esfuerzo en tratar de sobrellevar las distintas
situaciones de nuestra existencia. Él viene en nuestro auxilio cuando ya
nosotros hemos agotado todo lo que estaba en nuestras manos.
Este evangelio es algo así como la estampa de
lo que a cada uno de nosotros nos va a pasar en algunos momentos de duda en
nuestro caminar.
Tengámoslo presente, para
que sepamos vivir el Evangelio en plenitud.
Aprendamos a tomarnos de la mano de Jesús, en
dudas… todo se hunde, todo es inestable.....sólo el amor de Dios es el que
permanece.
Digámosle como Pedro: “¡Señor, sálvame; Señor,
alárgame tu mano, Señor, tenme siempre contigo, .... Señor, recuerda que a
pesar de mis dudas… soy tuyo y consérvame siempre tuyo”.
Jesús tranquilizó a Pedro y lo tomó de la
mano. El cambio fue instantáneo; al temor y la zozobra sobrevino la
tranquilidad y la paz
Y seguramente cuando Pedro se encontró
más tarde en otras tempestades, en las
persecuciones que lo amenazaban, recordaría esa mano que agarró la suya ese día
en el lago de Genesaret.
Cuántas veces es nuestra inmadura fe, la
causante de que nos veamos privados de la ayuda del Señor. Cuántas veces es
nuestra débil fe, la que nos impide descubrir al Señor en nuestras propias
tempestades y nos imposibilita dar ese salto hacia nuestro amigo Jesús.
Vamos a pedirle
hoy al Señor, que aumente nuestra fe. Que siempre sepamos descubrir la mano del
Señor, incluso en las dificultades más duras y que nos aferremos a Él sabiendo
que Jesús nunca nos abandonará.
d)
¿Qué dice el Texto?:
Ø ¿Qué versículo o parte
del texto te impresionó más?
Ø ¿Hacia dónde se dirigían
los discípulos, mientras Jesús despedía a la gente?
Ø ¿Adónde se dirigió Jesús
después y para qué?
Ø ¿Por qué tenían miedo
los discípulos?, ¿Qué gritaron?, ¿Qué les respondió Jesús?
Ø ¿En qué momento comenzó
Pedro a hundirse?, ¿De qué le recriminó Jesús?
Ø ¿Qué hacen y dicen los
que estaban en la barca?
MEDITACIÓN.- ¿Qué me
dice o nos dice el Texto para la vida?
No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto,
reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
Ø En los momentos de
oscuridad y tormenta en nuestra vida: ¿Cómo reaccionamos?.
Ø Ante las dificultades de
la vida: ¿Cuáles son los miedos, preocupaciones y dudas que nos hacen flaquear
en la fe y nos hunden?, ¿Reconocemos la presencia de Jesús a nuestro lado?
Ø ¿Qué pedimos al Señor en
los momentos de tormentas en nuestra vida?
Ø Pedimos: ¿Un milagro que
nos libre?, ¿Una fe más grande?, ¿En qué nos asemejamos a Pedro?
Ø Explicar cómo una
comunidad cristiana puede perder el horizonte cuando permite que sea el temor a
los elementos adversos el que los motiva a tomar una decisión y no la fe en
Jesús
Ø “La fe es capaz de mover
montañas… y de hacernos caminar sobre el mar”. ¿Qué nos quiere decir
esto?.
Ø ¿De qué manera este
texto puede ayudar a personas que se desaniman ante las dificultades?
Ø ¿Hubo alguna vez una
tempestad en la comunidad cristiana? ¿Cómo se superó?
Ø ¿Cuál es el mensaje del
texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga
realidad en nuestra vida?
ORACIÓN.- ¿Qué le
respondo al Señor?
Todo lo que hemos leído, meditado, lo
transformaremos en oración personal que dirigimos directamente a Dios
Trino. Procuremos que esta oración,
brote de lo profundo de nuestro ser, pues es la respuesta que damos a Dios, luego
del regalo de su Palabra. Como
comunidad orante, les respondemos al
Señor:: dando gracias, o suplicando, o bendiciendo, o simplemente expresando lo
que hay en el corazón.
Quizás nos pueden ayudar algunas de las
siguientes frases:
~
Jesús
bueno, haz que busquemos siempre en Ti la fuerza necesaria para llevar a cabo tu misión en el
mundo pues solo así…
~
Padre
amado, extiende tu mano generosa a todos los que trabajemos por lograr un mundo
más humano y fraterno, para que nunca nos desanimemos ante las dificultades,
para…
~
Señor
Jesús, que tu Espíritu de amor inunde los corazones de todos los que dudan y/o
vacilan en la fe para que encuentren en Ti la fortaleza que…
~
Señor,
que encontremos en le Eucaristía y en la Comunidad la fuerza y el ánimo necesarios para no
perder nunca la esperanza, la fe y la caridad en Ti, porque tú….
CONTEMPLACIÓN.- Dejo que
el Señor me hable.
Luego de haber leído, meditado y orado la Palabra, hago un profundo
silencio y me quedo en un coloquio con el Señor de la vida. Lo escucho con mis sentidos interiores. Pongo una suave música de fondo.
Vivamos este momento contemplando la imagen Jesús
y sus huellas en la arena… Contempla a Jesús por unos minutos y en el silencio
de tu corazón, repite esta jaculatoria:
“Señor
Jesús, no me sueltes nunca de tu mano…”
ACCIÓN. ¿Y qué voy a
hacer ahora, cómo haré vida esta Palabra?
Ø ¿A qué me invita el
Señor luego de haber leído su Palabra?
Ø ¿Qué puedo hacer en
concreto para que a partir de hoy mi
vida sea una confianza absoluta en Dios que me ama?
ORACIÓN DE ENVIO:
“Padre bueno y
misericordioso,
¡Gracias por tu santa
Palabra!
Jesús bueno,
pienso en la vida que me
ha tocado vivir
y cuántas veces, Tú, mi
Señor,
te has aparecido en
ella,
caminando hacia mí,
en las tormentas de mi
vida
y yo no te he visto.
Padre bueno,
ayúdame a escuchar tu
voz…
a tomarme de tu mano
cada vez que tenga dudas
y a sentirme feliz,
una vez pasada la
tormenta,
pues Tú has estado
conmigo,
así mi alma vuelve a la
paz,
para mi bien y el de mis
hermanos.
Jesús bueno y
Padre de siempre, amén.