MINUTO DOMINICAL: “Te invito a mi casa”
Domingo 08 de Junio de 2008
Domingo 10º Durante el Año: Evangelio de San Mateo 9, 9-13
¡Te invito a mi casa¡ ¡Por qué no vienes un día a comer o a tomar onces en mi casa¡ Ser invitados e invitar a otros a la casa, muestra una cercanía que da a entender que se comparten actividades e intereses y conlleva compartir la vida. Más cercanía aún denota, que yo mismo me haga el invitado de alguien: ¿Por qué no me invitas un día a tu casa? A Jesús, como hoy día leemos, lo invitan con frecuencia a las casas y hasta el mismo llega hacerse el invitado: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy me voy a quedar en tu casa” Lc 19, 5). Mateo, Leví, invita a Jesús a su casa (Mc 2, 15 y Lc 5, 29: “Leví ofreció en su casa un gran banquete”)
La costumbre judía es invitar amigos, conocidos, miembros del mismo gremio que comparten los mismos intereses, y a personas destacadas que nos dignifican la fiesta (Lc 14, 12: “Cuando des una comida no invites amigos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos”). En casa de Mateo se encuentran sus amigos del gremio de cobradores, publicanos, y gente de mala vida; están los discípulos, Jesús, y al parecer, algunos fariseos. Estos son quienes critican la situación: ¿Por qué su Maestro como con publicanos y pecadores? En la historia contada por Marcos y Lucas, la crítica no va solamente contra el maestro, sino contra Él y sus discípulos: “Decían a los discípulos. ¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?(Lc 5, 30//Mc 2, 16). La crítica ya era cosa pública y continua. A tanto llego que los evangelistas nos reflejan el dicho y la respuesta Jesús: “Los fariseos y los escriba murmuraban diciendo: ‘este acoge a los pecadores y come con ellos’ ” (Lc 15, 2). Y Jesús no lo niega, sino lo reafirma como un gesto distintivo, y hasta escandaloso, de su actitud nueva: “Yo quiero misericordia y no sacrificios”.
Y vamos a la Mesa. Y vamos a la Misa. Vivimos la Liturgia y compartimos la vida. Estamos a la mesa y nos codeamos con tantos hermanos y hermanas. Ocupamos nuestra silla, nuestro lugar en esta mesa, Y saludamos a quien está al lado. Y nos buscamos al amigo y nos alejamos de quienes no nos caen bien, y hasta nos permitimos criticar al dueño de casa, porque hay algunos invitados, que a nuestro parecer, no deberían estar. Y los puestos están listos. Jesús, discípulos, pecadores, publicanos… ¿Me siento a la Mesa? ¿Tendrán que cambiar de vida para YO pueda comer con ellos? ¿Tendré que cambiar de actitud para que YO pueda comer con Cristo? ¡Buen provecho en la fe¡
P. Esteban Merino Gómez, sdb.