MINUTO DOMINICAL:
“A tu prójimo como a ti mismo”
Domingo 26 de Octubre de 2008
Domingo 30º Durante el Año: Evangelio de San Mateo 22, 34-40
Al llegar a la casa tubo una discusión son su señora por los gastos excesivos del mes. No siempre llega el dinero para todo lo que se necesita. En ocasiones tienen divergencias y se levanta la voz. En ese momento llega su hijo de 16 años; callado se va a su habitación y no quiere hablar; ha perdido su celular en el colegio y sabe que lo van retar. A Álvaro le dan ganas de agarrar a su hijo y… . Pero, como creyente comprometido con su fe, recuerda el evangelio proclamado este domingo: Amarás el Señor tu Dios….. y al prójimo como a ti mismo. En ocasiones parece más fácil amar a Dios que hacer efectivo este amor a los “prójimos”, a los “próximos”, a su señora, a sus hijos, aunque a estos próximos, les tenga un profundo sentimiento afectivo, un amor que lo complace y sean su carne y sangre. Pero no levantó la mano, acordándose del primer y más grande mandamiento.
Al salir de la casa, ya estaba oscureciendo. Como casi todos los días, se encontró con un grupo de jóvenes en la esquina; algunos los temen; otros critican sus actitudes y conducta; en esta ocasión no le pidieron unas monedas, lo que es frecuente. Duda darles dinero. Se fue pensando: ¿no estoy pasando de largo frente al pobre que vive a mi lado? (Cfr. Ex 22, 24 Primera Lectura), Y recordó el mensaje de Jesús que un apóstol dice a su comunidad el día que se reunían el domingo: Si alguno dice: “Yo amo a Dios” y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios a quien no ve (1 Jn 4, 20). Y se quedó pensando. ¿Significa, entonces, que aunque digo con mis palabras que amo a Dios, la verdad no está en ellas sino en mis hechos, en mis acciones? ¿Amo entonces a Dios? Estos jóvenes son mis compatriotas; compartimos la lengua, la cultura,.. pero no siento un amor afectivo hacia ellos; me cuesta acercarme a ellos; me producen rechazo; en ocasiones resultan molestos. Y son mi “prójimo”, mis “próximos”. Recordó: mi segundo mandamiento semejante al primero.
Vio las noticias de la noche: conflictos entre los pueblos; cesantes por la crisis económica mundial; pueblos que carecen hasta de agua en algunos continentes, Álvaro, pensaba: ¿Qué tiene que ver conmigo? No tienen mi fe; no son de mi país y cultura; no tengo nada que ver con ellos. Pero también se ha dado cuenta que cada día se encuentra con más hermanos de otros países: peruanos, ecuatorianos, y que el mandato del amor de Jesús no tienen fronteras. No maltratarás al extranjero…. No harás daño al huérfano o a la viuda. Si tomas el manto de tu prójimo… Porque yo soy compasivo. Aunque es difícil, Álvaro lo sabe, éstos son los “próximos”, el “prójimo”, los cercanos y “privilegiados” de Cristo. San Lucas responde a la pregunta de un maestro de la ley: ¿Quién es mi prójimo?, relatando la parábola del Buen Samaritano. Es el caído y necesitado. Por eso que en lugar discutir cuál es el primero entre los 613 mandamientos, Jesús le propone su verificación: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
¿Amo a Dios con todo el corazón? ¿Amo al prójimo como a mi mismo? ¿Quien es mi prójimo no reconocido? Dios los bendiga.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.