"Leproso: marginado, excluido, postergado"
15 de Febrero de 2009: Ciclo Anual “B”- Domingo 6ª del Tiempo Ordinario Evangelio de San Marcos 1, 40-45
Si hay alguna persona que en tiempos de Jesús lleve sobre sí misma la marginación, exclusión y postergación, es el leproso y por ello se ha convertido en signo de exclusión social, religiosa y de la convivencia comunitaria. Un “fuera de sistema” por el carácter de la enfermedad que vive y las consecuencia personales y sociales que acarrea. El leproso, el que experimenta enfermedades en su piel, visibles y patentes como son, llevará ropa diferente, mostrara su situación, avisara de su presencia y cercanía, gritará que es impuro y tendrá su casa fuera del campamento de la ciudad (Primera Lectura: Lev 13, 1-2, 45-46). Esta es la persona que se acerca a Jesús en el relato de Marcos en este Domingo Exigirle que se aleje, que avise de su presencia, que se aparte y evite todo contacto con nosotros sería lo aconsejable.
En este contexto social y cultural Jesús escucha el pedido del leproso: “si quiere puedes purificarme”. Y es el momento en el que percibimos la novedad; en lugar de huir, de horrorizarse, que gritar, de exigir que se aparte, “conmovido extendió la mano y lo tocó”. Si ya era extraordinario pararse a escucharlo, tocarlo es absolutamente asombroso, chocante y claramente contra cultura. ¿Por qué lo haría Jesús? ¿Es algo inconsciente? ¿Es algo pensado, querido y hasta signo de su propia identidad? Si la lepra es exclusión, marginación, darle la mano, tocar al leproso, es hacerlo en virtud y porque la lepra es causal de postergación y marginación. Lo que quiete tocar es, precisamente, su lepra, porque es la causa significativa, visible, social y religiosa de su estado de exclusión. Lo toca porque quiere tocar su exclusión, hacerse cercano a él y a la vez romper el criterio que hace de tal situación un criterio o motivo de exclusión. Pero para el leproso tiene que cambiar su situación, la forma en que es visto y tratado, no solamente para Jesús, que ya ha hecho un gesto claro de este nuevo trato, tiene que cambiar en el resto de la sociedad civil y religiosa de Israel. En este caso, el Templo, los sacerdotes, son quienes abren la puerta de la nueva visión y comprensión que se deberá tener con el leproso purificado. “Que les sirva de testimonio”.Y más aún ¿podrá este leproso ser discípulo, seguidor, parte de la asamblea de los creyentes, de la ekklesia, proclamador kerigmático de la Buena Nueva de Jesús?. La suegra de Pedro se convierte en servidora, en diácono de la mesa de Jesús, el leproso, por su agradecimiento, encuentro con Jesús y purificación recibida, pasa a ser anunciador vital y convencido del Kerigma creyente. Y el que había tocado y se había manchado las manos con los impuros y marginados se hace conocido por esta actuación que rompe el pensar y actuar común de su tiempo: Jesús no podía entrara a las ciudades sino que debía quedarse fuera, en lugares desiertos, fuera de la ciudad, porque ha tocado y se ha hecho cercano, y leproso con los leproso, Por eso será Él el excluido y quien quedará fuera.
Las razones de exclusión, marginación, postergación en nuestra sociedad, en nuestra patria, en nuestras familias, en nuestras Comunidades Cristianas son múltiples y diversas. Por enfermedades o lepras a las que tememos: sida, cánceres deformaciones físicas o defectos físicos; por razones culturales, de lengua o idioma; por razones de sexo o edad; por razones de capacidad económica, pobreza o dependencia social; por diferencias ideológicas o políticas; por razones religiosas; por razones de pretendida prioridad o autoridad en nuestras CEB; por razones de historia o falsos conceptos respecto a los demás. Y Jesús lo tocó. Tocar a una persona en su propia vida es verla de forma diferente, superar los prejuicios, hacerse cercano, darle la mano. Jesús lo hace. Es tarea de la comunidad de los creyentes que mira hacia el lado, se sensibiliza, recibe y da la manos al leproso; éste con alegría se convertirá en un anunciador de la Buena Nueva porque la ha palpado en al sanción de su carne. ¿A quién margino, excluyo, postergo, en mi familia, el mi CEB, en mi sociedad, en mi patria?
Saludos. P. Esteban Merino Gómez, sdb.
15 de Febrero de 2009: Ciclo Anual “B”- Domingo 6ª del Tiempo Ordinario Evangelio de San Marcos 1, 40-45
Si hay alguna persona que en tiempos de Jesús lleve sobre sí misma la marginación, exclusión y postergación, es el leproso y por ello se ha convertido en signo de exclusión social, religiosa y de la convivencia comunitaria. Un “fuera de sistema” por el carácter de la enfermedad que vive y las consecuencia personales y sociales que acarrea. El leproso, el que experimenta enfermedades en su piel, visibles y patentes como son, llevará ropa diferente, mostrara su situación, avisara de su presencia y cercanía, gritará que es impuro y tendrá su casa fuera del campamento de la ciudad (Primera Lectura: Lev 13, 1-2, 45-46). Esta es la persona que se acerca a Jesús en el relato de Marcos en este Domingo Exigirle que se aleje, que avise de su presencia, que se aparte y evite todo contacto con nosotros sería lo aconsejable.
En este contexto social y cultural Jesús escucha el pedido del leproso: “si quiere puedes purificarme”. Y es el momento en el que percibimos la novedad; en lugar de huir, de horrorizarse, que gritar, de exigir que se aparte, “conmovido extendió la mano y lo tocó”. Si ya era extraordinario pararse a escucharlo, tocarlo es absolutamente asombroso, chocante y claramente contra cultura. ¿Por qué lo haría Jesús? ¿Es algo inconsciente? ¿Es algo pensado, querido y hasta signo de su propia identidad? Si la lepra es exclusión, marginación, darle la mano, tocar al leproso, es hacerlo en virtud y porque la lepra es causal de postergación y marginación. Lo que quiete tocar es, precisamente, su lepra, porque es la causa significativa, visible, social y religiosa de su estado de exclusión. Lo toca porque quiere tocar su exclusión, hacerse cercano a él y a la vez romper el criterio que hace de tal situación un criterio o motivo de exclusión. Pero para el leproso tiene que cambiar su situación, la forma en que es visto y tratado, no solamente para Jesús, que ya ha hecho un gesto claro de este nuevo trato, tiene que cambiar en el resto de la sociedad civil y religiosa de Israel. En este caso, el Templo, los sacerdotes, son quienes abren la puerta de la nueva visión y comprensión que se deberá tener con el leproso purificado. “Que les sirva de testimonio”.Y más aún ¿podrá este leproso ser discípulo, seguidor, parte de la asamblea de los creyentes, de la ekklesia, proclamador kerigmático de la Buena Nueva de Jesús?. La suegra de Pedro se convierte en servidora, en diácono de la mesa de Jesús, el leproso, por su agradecimiento, encuentro con Jesús y purificación recibida, pasa a ser anunciador vital y convencido del Kerigma creyente. Y el que había tocado y se había manchado las manos con los impuros y marginados se hace conocido por esta actuación que rompe el pensar y actuar común de su tiempo: Jesús no podía entrara a las ciudades sino que debía quedarse fuera, en lugares desiertos, fuera de la ciudad, porque ha tocado y se ha hecho cercano, y leproso con los leproso, Por eso será Él el excluido y quien quedará fuera.
Las razones de exclusión, marginación, postergación en nuestra sociedad, en nuestra patria, en nuestras familias, en nuestras Comunidades Cristianas son múltiples y diversas. Por enfermedades o lepras a las que tememos: sida, cánceres deformaciones físicas o defectos físicos; por razones culturales, de lengua o idioma; por razones de sexo o edad; por razones de capacidad económica, pobreza o dependencia social; por diferencias ideológicas o políticas; por razones religiosas; por razones de pretendida prioridad o autoridad en nuestras CEB; por razones de historia o falsos conceptos respecto a los demás. Y Jesús lo tocó. Tocar a una persona en su propia vida es verla de forma diferente, superar los prejuicios, hacerse cercano, darle la mano. Jesús lo hace. Es tarea de la comunidad de los creyentes que mira hacia el lado, se sensibiliza, recibe y da la manos al leproso; éste con alegría se convertirá en un anunciador de la Buena Nueva porque la ha palpado en al sanción de su carne. ¿A quién margino, excluyo, postergo, en mi familia, el mi CEB, en mi sociedad, en mi patria?
Saludos. P. Esteban Merino Gómez, sdb.