
Entró en el templo…
15 de Marzo de 2009
Domingo 3º de Cuaresma: Evangelio de San Juan 2, 13-25
Entró en el templo. Era el Tercer Domingo de Cuaresma. No había demasiada gente. No reparo demasiado en su arquitectura ni en la belleza de su construcción. Al cruzar la puerta principal desvío su mirada hacia la mesa en la que se vendían unas imágenes, las hojas del domingo, calendarios, y pan al terminar la celebración. Miro fijamente, por unos segundos, a quien estaba sentado en la mesa y se acerco al pasillo central. Al levantar la vista descubrió una imagen conocida para Él y revisó sus huelas en los pies en las manos. Los que estaban esperando el inicio de la celebración permanecieron perplejos. El semblante les era conocido y se parecía mucho a la imagen del crucificado que preside la asamblea. No se sentía ni respirar.
Se volvió y se dirigió a la asamblea. Preguntó: ¿Qué pasaría si este templo no existiera para el domingo que viene al ser destruido por un terremoto? Nadie respondió. En la mente de todos y cada uno de los presentes se dibujaba la hipotética posibilidad y cómo sería ese domingo. ¿Querrá que nuestro templo desaparezca? ¿Dónde y cómo nos congregaríamos? Alguno se acordó de las Palabras de Jesús en los escritos de los apóstoles:"Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Parecía que era el mismo Jesús quien en el Templo de Jerusalén había proclamado aquellas palabras tan duras: Saquen esto de aquí.. ..es la casa de mi Padre.. no es un lugar de comercio. Es verdad que en nuestros templos no vendemos tórtolas, palomas, ovejas u otro animales para los sacrificios,… tomaría el látigo y echaría, del templo a alguien, tal vez al niño que molestaba con su llanto, o la señora que entró en silla de ruedas y ocupaba mucho espacio, o al propio sacerdote que se preparaba para iniciar al celebración por su falta de celo su inmoralidad o su indiferencia ante su presencia,…
Se acerca la pascua. Los bautizados y los catecúmenos durante los días de la Pascua nacemos, revitalizamos nuestra fe. Escuchamos las palabras de liberación del Señor: Se“Yo soy el Señor tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud” (Primera lectura Ex 20); pero nos resultan duras las palabras de Jesús, ¿no es en el templo donde vivimos todos los procesos y pasos de nuestra fe? ¿Por que habría de ser Jesús tan duro con la materialidad del lugar del encuentro de los creyentes? ¿Por su riqueza y ostentación?
Se refería al templo de su propio cuerpo. Él es el único y verdadero templo. En Él oramos; en Él celebramos; en Él resucitamos; en Él vivimos la muerte y resurrección; en Él nos congregamos y reunimos; en Él escuchamos al Padre, en Él hacemos comunión. El templo, los tempos antiguos han pasado; no son las piedras, la columnas o la magnificencia de la construcción lo que nos trae la salvación. Muchos creyeron en él por los signos que realizaba.
Descubrieron que el lugar, la casa, el espacio donde se encuentra a Dios es en Jesús, y en las construcciones humanas, iglesias o templos, solamente se encuentra a Dios cuando Cristo y su mensaje, su Espíritu están en ellas. En Cristo Templo de Dios es donde Dios mora. Por eso que nosotros mismos podemos llegar a ser Templo del Espíritu o lugar donde Cristo more. Cristo es el Templo del cristiano y a la vez cada uno de nosotros su templo en el Espíritu. Disculpen a quienes privé el domingo pasado de un momento de reflexión y gracias por su lectura. Gracias.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.
15 de Marzo de 2009
Domingo 3º de Cuaresma: Evangelio de San Juan 2, 13-25
Entró en el templo. Era el Tercer Domingo de Cuaresma. No había demasiada gente. No reparo demasiado en su arquitectura ni en la belleza de su construcción. Al cruzar la puerta principal desvío su mirada hacia la mesa en la que se vendían unas imágenes, las hojas del domingo, calendarios, y pan al terminar la celebración. Miro fijamente, por unos segundos, a quien estaba sentado en la mesa y se acerco al pasillo central. Al levantar la vista descubrió una imagen conocida para Él y revisó sus huelas en los pies en las manos. Los que estaban esperando el inicio de la celebración permanecieron perplejos. El semblante les era conocido y se parecía mucho a la imagen del crucificado que preside la asamblea. No se sentía ni respirar.
Se volvió y se dirigió a la asamblea. Preguntó: ¿Qué pasaría si este templo no existiera para el domingo que viene al ser destruido por un terremoto? Nadie respondió. En la mente de todos y cada uno de los presentes se dibujaba la hipotética posibilidad y cómo sería ese domingo. ¿Querrá que nuestro templo desaparezca? ¿Dónde y cómo nos congregaríamos? Alguno se acordó de las Palabras de Jesús en los escritos de los apóstoles:"Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Parecía que era el mismo Jesús quien en el Templo de Jerusalén había proclamado aquellas palabras tan duras: Saquen esto de aquí.. ..es la casa de mi Padre.. no es un lugar de comercio. Es verdad que en nuestros templos no vendemos tórtolas, palomas, ovejas u otro animales para los sacrificios,… tomaría el látigo y echaría, del templo a alguien, tal vez al niño que molestaba con su llanto, o la señora que entró en silla de ruedas y ocupaba mucho espacio, o al propio sacerdote que se preparaba para iniciar al celebración por su falta de celo su inmoralidad o su indiferencia ante su presencia,…
Se acerca la pascua. Los bautizados y los catecúmenos durante los días de la Pascua nacemos, revitalizamos nuestra fe. Escuchamos las palabras de liberación del Señor: Se“Yo soy el Señor tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud” (Primera lectura Ex 20); pero nos resultan duras las palabras de Jesús, ¿no es en el templo donde vivimos todos los procesos y pasos de nuestra fe? ¿Por que habría de ser Jesús tan duro con la materialidad del lugar del encuentro de los creyentes? ¿Por su riqueza y ostentación?
Se refería al templo de su propio cuerpo. Él es el único y verdadero templo. En Él oramos; en Él celebramos; en Él resucitamos; en Él vivimos la muerte y resurrección; en Él nos congregamos y reunimos; en Él escuchamos al Padre, en Él hacemos comunión. El templo, los tempos antiguos han pasado; no son las piedras, la columnas o la magnificencia de la construcción lo que nos trae la salvación. Muchos creyeron en él por los signos que realizaba.
Descubrieron que el lugar, la casa, el espacio donde se encuentra a Dios es en Jesús, y en las construcciones humanas, iglesias o templos, solamente se encuentra a Dios cuando Cristo y su mensaje, su Espíritu están en ellas. En Cristo Templo de Dios es donde Dios mora. Por eso que nosotros mismos podemos llegar a ser Templo del Espíritu o lugar donde Cristo more. Cristo es el Templo del cristiano y a la vez cada uno de nosotros su templo en el Espíritu. Disculpen a quienes privé el domingo pasado de un momento de reflexión y gracias por su lectura. Gracias.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.