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22 ago 2009

MINUTO DOMINICAL


“¡Por qué se van?, y... ¿Por qué me quedo?”
23 de Agosto de 2009. Domingo 21º del Tiempo Ordinario - Ciclo Anual “B”
Evangelio de San Jun 6, 60-69

La gente está asombrada. Las murmuraciones y críticas son ácidas y abiertas. La gente se está yendo. “Es duro este lenguaje”. Sus palabras aparecen como duras, demasiado exigentes, difíciles de aceptar. Jesús no rehuye el conflicto y responde con un claro emplazamiento: ¿También ustedes quieren irse?. La crítica y la desbandada comienza por los “discípulos”, grupo amplio de seguidores, que dejan de “acompañarlo”, pero el cuestionamiento final está dirigido a “los Doce”.

¿Por qué se va la gente? ¿Por qué se van de la Iglesia?. Las opiniones y la discusión se anima ante esta pregunta. Nadie se queda callado. La Iglesia es anticuada. Conserva tradiciones y ritos del pasado. En sus propuestas morales sobre al sexualidad, la actitud frene al placer, el aborto, el origen de la vida, ha sido superada. Su historia está plagada de actuacines erradas; hasta sus ministros, los curas, los obispos, se van; no son fieles. Su conducta es escandalosamente deficiente. Algunas de sus posturas parecen irreconciliables con la historia actual. Un ejemplo es la Carta los Efesios (Ef 5, 21-33) que hoy proclamamos, y el lugar de la mujer en la Iglesia;…Otros dirigen sus, un poco indefinidas críticas, a los creyentes: somos mediocres; no hemos optado con claridad y coherencia; somos cristinos “a mi manera”; somos un escándalo que hace tropezar y aleja de la Iglesia… . Las opiniones se agolpan y es preciso poner orden para escucharse. Todos tienen opinión y cada uno parece tener la respuesta definitiva. Pareciera que hay un denominador común. Las Iglesia, en sus integrantes: jerarquía y fieles, en su vivencia y modo se ser histórico, es la responsable. La culpable no es la enseñanza de Cristo sino la enseñanza, añeja, y la forma de vivir la fe, hoy, de los ministros y fieles, de la Iglesia. Alguno insinúa la aceptación de Cristo y su mensaje, aún con sus exigencias, pero una dura crítica a la Iglesia. Un paso más en su reflexión cambia la dimensión de sus juicios: se van porque vienen buscando otra cosa. No tienen fe. Sólo son creyentes por conveniencia en determinadas circunstancias o momentos particulares de su vida. No les interesa el mensaje de Jesús; están en sus negocios y tareas, preocupados por lo material, por pasarlo bien, por resolver su vida,… La conversación continúa animada.

Se interrumpe el diálogo cuando resuena otra pregunta, que también capta la atención: Y yo ¿Por qué me quedo?. Se hace un silencio. Responder nos obliga a tomar posición, como obliga Jesús a sus discípulos a definirse: ¿También ustedes quieren irse?. Hay que responder. Ahora ya no puedo dar opiniones sobre los demás, sobre lo que me parece o lo que pienso. Debo responder. Cuando la sociedad critica duramente a la Iglesia; cuando se expresa, cada día con mayor frecuencia que las opiniones o experiencias de fe, que las opiniones religiosas, son cosa privada; cuado aparecen escándalos eclesiales; cuando parece que estamos en retirada y que perdemos relevancia social; cuando nos replegamos y no tenemos opinión; cuando la vida es dura y se nos pide presencia; cuando las palabra de Jesús es rechazada porque: “Es duro este lenguaje”. “Murmuraban..” Hay entre ustedes algunos no creen”. ¿También ustedes quieren irse?. ¿Por qué me quedo?.

Los presentes captaron la referencia concreta a cada uno de ellos, y que quedarse callados era una inequívoca respuesta de que abandonarían al maestro. Uno de los presentes asumió el reto: Yo estoy aquí porque me he enamorado de Cristo, Estoy por él. Sin Él no tendría sentido lo que hago y mi propio estilo de vida. No es invención. Es un testimonio real y concreto. Sus palabras respondían a la pregunta del maestro, que nos relata San Juan al final del Discurso del Pan de Vida que produce esta deserción y este escándalo entre los seguidores. Hay que elegir; hay que decidirse frente a la pregunta de Cristo. El silencio o la pasividad no son posibles. “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses”, la respuesta de Josué (Primera lectura Jos 24, 15-18) es una propuesta y un ejemplo, que Pedro ratifica, impulsivo y valiente, aunque luego sea en otros momentos infiel y débil: “¿A quién iremos?.” Tú eres pan, palabra, sentido, gozo, esperanza, plenitud, luz para el camino. Me he encontrado contigo y tu presencia ha cambiado mi vida. “Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios” Yo estoy aquí porque me he enamorado de Cristo, es la única respuesta posible. “Me encontré con Él” “Quiero ser discípulo”. Aunque duela, no importa tanto por qué se van, sino sobre todo por qué usted se queda y que su vida sea respuesta coherente al cuestionamiento de Jesús.

¿Responsable de por qué otros se van? Y comprometido y seguro de… ¿Por qué me quedo?.

Saludos.

P. Esteban Merino Gómez, sdb.