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24 oct 2009

MINUTO DOMINICAL

“Siguiéndolo por el camino”
25 de Octubre de 2009. Domingo 30º del Tiempo Ordinario - Ciclo Anual “B”
Evangelio de San Marcos 10, 46-52

Siguiéndolo por el camino de camino salíamos de Jericó. Los discípulos estábamos todos junto con una gran multitud. El largo camino del seguimiento había comenzado en las lejanas tierras de Galilea. Allá nos había llamado a casi todos. Al lado del Lago mientras pescábamos. En el negocio, como en el caso de Leví. A los 12 nos invitó y diciendo nuestro nombre nos hizo apóstoles. Las últimas jornadas que hemos caminado con Él han sido diferentes. Desde que estábamos en Cesarea de Filipo, en tierras extranjeras para Israel, ha venido tocando temas que nos han dejado perplejos y en muchas de sus referencias nos ha parecido que juzga nuestras actitudes y que nos corrige muchas de nuestras posturas y formas de actuar. Esto comenzó con el propio Pedro cuando el mismo Jesús preguntó sobre la opinión que la gente tenía de Él. La repuesta de Pedro y su forma de entender la misión de Jesús Mesías le valió una durísima reprimenda, y eso que es la cabeza de los doce. Y caminando hacia Cafarnaum discutíamos quién era el mas importante entre nosotros, en nuestro grupo, Él al escucharlo, nos puso como ejemplo a un niño y nos dejó callados, dándonos a entender que con esa actitud éramos, tropiezo, tentación y escándalo unos para los otros.

Siguiéndolo por el camino salimos de allí y caminamos hacia Judea, al Sur; un rabino le consulta sobre el matrimonio y la fidelidad. La respuesta, de nuevo, nos deja perplejos. Le preguntamos al llegar a la casa y nos chocó la exigencia que Él pide a los casados, que es mucho más de lo que piden los rabinos judíos. Siguiendo el viaje, siguiendo el camino, es un joven de buena situación social y que conocía y vivía los mandamientos quien le pregunta cómo seguirlo, y que debe hacer para ser discípulo, y el Maestro lo enfrentó con sus bienes y riquezas y se desanimó. Hasta a nosotros nos cuestionó y el mismo Pedro se sintió tocado y le pregunto: ¿Y nosotros que hemos dejado todo? Ha sido un camino muy cuestionador. A cada paso hemos descubierto algo nuevo del Mestro que nos obliga a revisarnos como discípulos en el camino que hemos elegido con el Maestro. Los más atrevidos y que recibieron una respuesta más contundente fueron Santiago y su hermano Juan. Le pidieron un privilegio, un favor muy especial al Maestro. Creo que pensaban que se lo merecían por ser discípulos y que tenían derecho a ello:¡Queremos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda¡ ¡Que osadía¡ ¡Todos nos opusimos¡ En el fondo todos queríamos lo mismo. Y el Maestro, otra lección, respondió claramente: ¡El que quiera ser el primero que sea el servidor de todos¡

Siguiéndolo por el camino
llegamos a Jericó, ya cerca de Jerusalén. Vamos los 12 y mucha gente que nos acompaña por el camino. No todos quieren seguir a Jesús. Algunos son espectadores que quieren ver el fenómeno profético del momento. Todos salen a la calle cuando pasamos. Un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Ciego, mendigo, que no tiene más que su manto. Que no puede seguir al Maestro pues, seguro que su ceguera es fruto de su pecado, al oír que era Jesús de Nazaret pasa comienza a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. A todos nos molestan sus gritos. Lo mandamos callar. Pero Jesús actúa de forma diferente: Jesús se detuvo, y dijo: ¡Llámenlo¡ A un ciego y mendigo, Él lo llama, lo mismo que nos había llamado a nosotros y le hace una pregunta, que ni a nosotros nos había hecho: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego no duda en su petición: Maestro que yo pueda ver. Al comenzar este último tramo del Camino, en Betsaida, (Mc 8, 22) nos habíamos encontrado con otro ciego. También recobro la vista, pero de a poco, primero viendo sombras y después claramente. El ciegote Btsaida, no recuerdo su nombre, aunque se encontró con Jesús se fue a su casa y no lo vimos más. Era ciego de sus ojos y de su fe. Nunca se unió al camino con nosotros y no lo siguió.

Bartimeo pide ver y Jesús lo felicita: tu fe te ha salvado. En el mismo instante el ciego recobró la vista y siguió a Jesús por el camino. Siguiéndolo por el camino voy entendiendo un poco lo que hizo el Maestro, a nosotros los 12 nos está insinuando que somos ciegos. En todo este camino desde Cesarea ha estado corrigiéndonos nuestras posturas y actitudes; somos ciegos: ser los primeros, estar sentados su derecha o izquierda, las riquezas, el matrimonio, tomar la cruz y morir como el Maestro; ¡No entendemos¡ ¡Somos ciegos¡ Y cuando Marcos escribe este Evangelio en Roma año 70, me dice que pasa lo mismo: es una comunidad de ciegos que pretende saber cómo seguir al Maestro pero es ciega y llena de luchas de poder, de egoísmos, de ambiciones,.. ¡Ciegos¡ Hasta en la comunidad de la que hoy formo parte somos ciegos. Nos pasa lo mismo. No hemos aprendido. Muchos nos decimos católicos de muchos años pero somos ciegos, debemos aprender a ser discípulos y a seguirlo en el camino. ¿Soy discípulo? ¿Soy ciego?

Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.