
Este mes de la solidaridad nos encuentra a las puertas de las fiestas del Bicentenario de la independencia nacional y en medio de los esfuerzos por reconstruir nuestro país después del terremoto. Este último acontecimiento ha hecho que nuestras fiestas se vistan de austeridad. Pero hay una cuestión de fondo que vale la pena plantearse: ¿Qué podemos ofrecer como Iglesia a nuestra patria en el contexto de esta fiesta nacional? Nuestros pastores nos ofrecen luces al respecto:
"En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un "encuentro personal con Jesucristo", una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral" (DA, 266).
Esto es lo que queremos ofrecer a nuestra patria. Haciendo propias las palabras de San Alberto Hurtado queremos una Iglesia que "tenga ambiente digno y respetable, que se haga cargo de todos los problemas del hombre... una Iglesia que es madre...".
Efectivamente, queremos ser una Iglesia en misión permanente y hacernos protagonistas de la re-construcción de nuestra patria no sólo en el ámbito material, sino también moral, social, espiritual. Por ello, en cuanto discípulos misioneros del Señor, hacemos de la solidaridad una actitud permanente de vida, que supere las acciones aisladas, con el sincero deseo de contribuir a la vida de nuestro pueblo.
Sobre todo en tiempos en que el desastre natural nos ha remecido, nos animamos a promover el tono esperanzador y positivo que resplandece en nuestra propuesta cristiana.
Paso a paso queremos construir una auténtica "cultura de la solidaridad" y de esta manera contribuir a la superación de la pobreza, a la disminución de la exclusión y a la formación de un país con más respeto y justicia.
Durante agosto, mes en que celebramos la Pascua de San Alberto Hurtado, los invitamos a reflexionar el Evangelio de Jesús a partir del mensaje y la obra de este santo chileno y a ponerse en movimiento. La imagen del Padre Hurtado con el chuzo en la mano y la mirada atenta de unos niños, nos enseña que "una acción vale más que mil palabras" y que el Evangelio del Reino se concretiza cuando no sólo nos ha tocado el corazón, sino que además, nos ha puesto en movimiento.
Vicario de la Pastoral Social y de los Trabajadores