Maqueronte, el Bautista vive anhelando la llegada
del juicio terrible de Dios que extirpará de raíz el pecado del pueblo.
Por eso, las noticias que le llegan hasta su prisión acerca de Jesús lo
dejan desconcertado: ¿cuándo va a pasar a la acción? ¿cuándo va a
mostrar su fuerza justiciera? Antes de ser ejecutado, Juan logra enviar
hasta Jesús algunos discípulos para que le responda a la pregunta que lo
atormenta por dentro: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro» ¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a
alguien más poderoso y violento?
Jesús no responde directamente. No se atribuye ningún título mesiánico. El camino para reconocer su verdadera identidad es más vivo y concreto.
Decidle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Para conocer cómo
quiere Dios que sea su Enviado, hemos de observar bien cómo actúa Jesús y
estar muy atentos a su mensaje. Ninguna confesión abstracta puede
sustituir a este conocimiento concreto.
Toda la actuación de Jesús está orientada a curar y liberar, no a juzgar ni condenar.
Primero, le han de comunicar a Juan lo que ven: Jesús vive volcado
hacia los que sufren, dedicado a liberarlos de lo que les impide vivir
de manera sana, digna y dichosa. Este Mesías anuncia la salvación
curando.
Luego, le han de decir lo que oyen a Jesús: un mensaje de esperanza
dirigido precisamente a aquellos campesinos empobrecidos, víctimas de
toda clase de abusos e injusticias. Este Mesías anuncia la Buena Noticia de Dios a los pobres.
Si alguien nos pregunta si somos seguidores del Mesías Jesús o han
de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué mensaje nos
pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.
Primero, ir caminando hacia una comunidad curadora:
un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más
solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y
consolados, más presente en las desgracias de la gente.
Segundo, no construir la comunidad de espaldas a los pobres:
al contrario, conocer más de cerca sus problemas, atender sus
necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son ellos
los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.
Una comunidad de Jesús no es sólo un lugar de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de muchas maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien necesita hogar.
José Antonio Pagola
12 de diciembre de 2010
3 Adviento (A)
Mateo 11,2-11