2 Adviento (A)
Mateo 3, 1-12
JOSÉ ANTONIO PAGOLA,
"Convertíos
porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son las
primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y
éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar
su actividad profética, a orillas del lago de Galilea.
Con la predicación
del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión
que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su
aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios
quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta.
Esta conversión no
consiste en hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al
pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán.
Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida
nueva, orientada a acoger el reino de Dios.
Esta llamada que
comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del
mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a
decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere
dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os
quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios
como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una
Fiesta final en torno a su mesa".
No nos hemos de
resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino de Dios.
No nos está permitido a seguir a Jesús sin acoger su proyecto.
El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme:
"La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo
múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el
reino de Dios y se realice la salvación del género humano".
Esta conversión no
es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que
hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir
acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con
más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino
de Dios y su justicia" en la sociedad.
No es suficiente
cuidar en las comunidades cristianas la celebración digna de los
"sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los
"signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más
débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una
sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la
defensa de toda persona.
Por eso, animado
por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice así:
"La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para
que los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que
antes sean llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos
que olvidar.