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30 ago 2014

MINUTO DOMINICAL
Domingo 22º Ordinario  - 31 de agosto 2014- Mt 16, 21-27

“EL QUE QUIERA SEGUIRME…   ..SERÁ MI DISCÍPULO”

            Seguíamos caminando con el Maestro. La mayoría de las veces sus enseñanzas estaban dirigidas a la gente en general, a las personas que sanaba y a los escribas, fariseos y saduceos con quienes tenía, frecuentemente, duras controversias, pues el Maestro tenía una visión diferente de cómo vivir la fe, el culto, de cómo relacionarse con Dios. Por el camino, se volvió hacia nosotros y comenzó a anunciarnos que debía subir a Jerusalén… que debía ser condenado a muerte y resucitar. Para nosotros era incomprensible, en ese momento, lo que estaba hablando. Y se supone que éramos los más cercanos, los mejores conocedores de su mensaje, de sus acciones y de sus proyectos e intenciones,… No entendíamos nada.
            Como siempre, Pedro es quien toma la palabra: Dios no lo permita, Maestro, eso no sucederá. Jesús se paró. Lo miró fija e intensamente y le dijo: Pedro, tú no entiendes nada. ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás¡ Tú eres para mí un obstáculo. Pedro, y todos nosotros, quedamos paralizados y confundidos. El Maestro había dejado muy claro su desacuerdo con el pensamiento de Pedro y su visión de las cosas. Por el contrario aclaró sus palabras con una propuesta y precisando lo que Él entendía por ser discípulo.
            Parado frente a frente con Pedro, el Maestro, con palabras lentas y llenas  de expresión nos dijo:”El que quiera seguirme, ser mi discípulo, que renuncie a sí mismo, que cargue  con su cruz y me siga. …El que quiera salvar su vida la perderá; y el  que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”. Todos quedamos callados. La situación era tensa. Había clara oposición entre las palabras de Pedro, a quien el Maestro había llamado: tentación, obstáculo, diablo,.. y las del Maestro: seguimiento, discipulado, renuncia, servir, perder la vida….  Comenzamos a comprender lo que era ser discípulos, lo que significa el discipulado: estar con él, tener sus criterios, realizar sus acciones, compartir y comunicar su palabra, sensibilizar con su sentimientos, privilegiar a sus  privilegiados, lavarse los pies unos a otros, no rechazar a la pecadora, entrar a comer en casas de indignos, no inclinarse ante el poderoso e injusto Herodes,..dar el perdón, ..tomar la cruz. Seguíamos callados pensando: ¿Pero nosotros no somos ya discípulos? Esto es nuevo. Debemos comenzar de nuevo. Debemos aprender a seguirlo. Aprender ser discípulos. ¡También hoy en mi parroquia¡ ¡También hoy yo¡
Hacía tiempo que vivíamos con  el Maestro. Habíamos dejado nuestra vida anterior y comenzamos a caminar con él dejando las barcas y las mesas de los impuestos. Nos había sacado de donde estábamos y nos habíamos encontrado con ÉL, con el Maestro: habíamos vivido la experiencia del profeta: Me sedujiste, Maestro, y fui seducido; fuiste más fuerte que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, se burlan de mí. …Porque  la palabra de Dios, Tú palabra, Maestro, ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de Ti, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. (Cfr Jer20, 7-9 primera lectura de este domingo) Y, no podré callarme. Y tendré cada día que discernir y aprender, de nuevo, a ser discípulo y a transformarme interiormente renovando mi mentalidad, a fin de poder discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto (Cfr Rom, 12, 1-2 segunda lectura de este domingo) Y aprender a ser discípulo. Tú eres______________ y eres piedra de mi Iglesia. Recuerdas la pregunta del Domingo pasado: ¿Has puesto ya tu nombre? ¿Quieres ser discípulo? Es la hora de ser discípulo y acoger la propuesta de nuestros pastores en Aparecida. Es el tiempo de Misión Territorial. Saludos.



P.  Esteban Merino G. sdb.