MINUTO
DOMINICAL
Domingo 22º
Ordinario - 31 de agosto 2014- Mt 16,
21-27
“EL QUE QUIERA SEGUIRME… ..SERÁ MI DISCÍPULO”
Seguíamos caminando
con el Maestro. La mayoría de las veces sus enseñanzas estaban dirigidas a la
gente en general, a las personas que sanaba y a los escribas, fariseos y
saduceos con quienes tenía, frecuentemente, duras controversias, pues el
Maestro tenía una visión diferente de cómo vivir la fe, el culto, de cómo
relacionarse con Dios. Por el camino, se volvió hacia nosotros y comenzó a
anunciarnos que debía subir a Jerusalén… que debía ser condenado a muerte y
resucitar. Para nosotros era incomprensible, en ese momento, lo que
estaba hablando. Y se supone que éramos los más cercanos, los mejores
conocedores de su mensaje, de sus acciones y de sus proyectos e intenciones,…
No entendíamos nada.
Como siempre, Pedro
es quien toma la palabra: Dios no lo permita, Maestro, eso no sucederá. Jesús
se paró. Lo miró fija e intensamente y le dijo: Pedro, tú no entiendes nada. ¡Retírate, ve detrás
de mí, Satanás¡ Tú eres para mí un obstáculo. Pedro, y todos nosotros,
quedamos paralizados y confundidos. El Maestro había dejado muy claro su
desacuerdo con el pensamiento de Pedro y su visión de las cosas. Por el
contrario aclaró sus palabras con una propuesta y precisando lo que Él entendía
por ser discípulo.
Parado frente a
frente con Pedro, el Maestro, con palabras lentas y llenas de expresión nos dijo:”El que quiera seguirme, ser mi discípulo, que
renuncie a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga. …El que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la
encontrará”. Todos quedamos callados. La situación era tensa. Había
clara oposición entre las palabras de Pedro, a quien el Maestro había llamado: tentación, obstáculo, diablo,.. y las
del Maestro: seguimiento,
discipulado, renuncia, servir, perder la vida….
Comenzamos a comprender lo que era ser discípulos, lo que
significa el discipulado: estar con él, tener sus criterios,
realizar sus acciones, compartir y comunicar su palabra, sensibilizar con su
sentimientos, privilegiar a sus
privilegiados, lavarse los pies unos a otros, no rechazar a la pecadora,
entrar a comer en casas de indignos, no inclinarse ante el poderoso e injusto
Herodes,..dar el perdón, ..tomar la cruz. Seguíamos callados pensando: ¿Pero nosotros
no somos ya discípulos? Esto es nuevo. Debemos comenzar de nuevo. Debemos aprender
a seguirlo. Aprender ser discípulos. ¡También hoy en mi parroquia¡ ¡También hoy
yo¡
Hacía tiempo que vivíamos
con el Maestro. Habíamos dejado nuestra
vida anterior y comenzamos a caminar con él dejando las barcas y las mesas de
los impuestos. Nos había sacado de donde estábamos y nos habíamos encontrado
con ÉL, con el Maestro: habíamos vivido la experiencia del profeta: Me
sedujiste, Maestro, y fui seducido; fuiste más fuerte que yo, y me venciste;
cada día he sido escarnecido, se burlan de mí. …Porque la palabra de Dios, Tú palabra, Maestro, ha
sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de Ti, ni hablaré
más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente
metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. (Cfr Jer20, 7-9
primera lectura de este domingo) Y, no podré callarme. Y tendré cada día que
discernir y aprender, de nuevo, a ser discípulo y a transformarme interiormente renovando mi
mentalidad, a fin de poder discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es
bueno, lo que le agrada, lo perfecto (Cfr Rom, 12, 1-2 segunda
lectura de este domingo) Y aprender a ser discípulo. Tú
eres______________ y eres piedra de mi Iglesia. Recuerdas
la pregunta del Domingo pasado: ¿Has puesto ya tu nombre? ¿Quieres ser
discípulo? Es la hora de ser discípulo y acoger la
propuesta de nuestros pastores en Aparecida. Es el tiempo de Misión Territorial.
Saludos.
P. Esteban
Merino G. sdb.