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11 oct 2014


MINUTO DOMINICAL

“¡ La comida de un boda ¡”

12  de Octubre  de  2014.  - 28° Domingo Ordinario – Ciclo  A -   Evangelio de San Mateo 22, 1-14

El Maestro ha realizado ya su entrada triunfal a Jerusalén (21, 1ss) y ha hecho el gesto de purificación del Templo (21, 12ss) y se ha referido, lectura del pasado domingo, a los viñadores  homicidas que rechazan a Dios.  En este contexto de la aceptación o rechazo de Dios, el Maestro nos presenta la parábola de los invitados a una fiesta de bodas.

¡Quién no ha sido invitado a una boda¡ ¿Ud. ha sido invitad@ a una boda? ¿Aceptó la invitación? Cuándo no aceptó la invitación ¿por qué  importante razón fue?. ¿Qué ropa uso? ¿Estrenó traje? ¿Fue de etiqueta, con ropa de gala?.  Siempre nos halaga y nos alegra ser invitados a una boda y nos preparamos con tiempo para participar en esta fiesta muy destacada en nuestra sociedad. Un rey preparaba las bodas de su hijo por lo que mandó a sus  servidores a llamar a los invitados a la fiesta. Ya estaba todo preparado. La fecha, el lugar, la comida, la lista de invitados. La invitación había sido entregada con tiempo. Pero el anfitrión se encontró con una gran sorpresa: no quisieron venir. Rechazaron su invitación. Y en el colmo del desprecio, sabiendo que no tenían una razón suficiente para el rechazo, siguieron con lo que hacían habitualmente y hasta maltrataron a los portadores de la invitación. Ellos no hicieron caso, sino que se fueron, unos a sus campos y otros a sus negocios. Los demás tomaron a los servidores del rey, los maltrataron y los mataron. El desprecio es claro. ¿Le ha pasado a ud. que le han rechazado una invitación?. ¿Recuerda si en su fiesta de matrimonio faltó algún invitado injustificadamente? En este caso el rechazo es al mismo Dios.

Dios siguió invitando pues las Bodas son una parábola del Reino. Y salieron a los caminos: "El banquete de bodas sigue esperando, pero los que habían sido invitados no eran dignos. Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a la fiesta a todos los que encuentren".  …de modo que la sala se llenó de invitados. Todos pueden entrar. Todos están invitados. Los primero invitados eran indignos y por su propia decisión quedaron fuera. Rechazaron a Dios, su plan, su fiesta, su propuesta, su invitación. Nos parece raro rechazar una invitación, pero nosotros mismos lo hacemos con Dios a menudo.

Y la fiesta se realiza. Personalmente el Padre saluda a todos los participantes. Todos con sus  trajes de fiesta,  nuevos, recién estrenados. La ocasión lo exige. Mi traje muestra mi valoración y la  importancia que doy a la fiesta en la que participo. Para uno de los presentes no era tan importante o no sabía dónde se encontraba:"Amigo, ¿cómo es que has entrado sin traje de bodas? Es la fiesta  del hijo del rey. Es una solemnidad. La importancia de ella aumenta por la calidad de quien me ha invitado. ¡No estaba a la altura de lo que exigía la ocasión¡. Nuevo rechazo o desatención. Me hace recordar las palabras bautismales: ¡Recibe la vestidura banca mantenla sin mancha hasta el día del encuentro con el Señor¡ Pero no he cuidado mi vestido y su limpieza. Y automáticamente me estoy excluyendo de la fiesta. ¡Así no puedo entrar¡ Y..  ¿Quedé fuera de la fiesta de Boda?. Rechacé la invitación o no me he preocupado de adquirir el vestido adecuado para participar en ella? ¡He rechazado la invitación de Dios¡. Saludos.

         P. Esteban Merino Gómez, sdb.