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14 feb 2015

MINUTO DOMINICAL

 “Leprosos”
15 de  Febrero de  2015. Domingo 6° Durante el
Año – Ciclo B - San Marcos  1, 40-45
Caminamos por Galilea... predicando y expulsando lo demonios…(1, 39). Los leprosos siempre están fuera de los poblados y a lo largo de los caminos cuidándose de no acercarse mucho a la gente y tocando su campanilla para que nadie se acerque a ellos y no contagiarlos. Si se acercaban a la gente éstos los apedreaban para alejarlos y no contaminarse con ellos. Caminábamos por el campo en misión con el Maestro. Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".  Leproso es sinónimo de despreciable. Despreciable pos su estado o situación como persona: enfermo incurable, contagioso, alcoholizado, con sida, con cáncer terminal. Despreciable por su conducta  social: ladrón, tramposo, no confiable, incumplidor, con doblez y engaño en su conducta, insociable, insensible, egoísta…  Despreciable por su conducta moral y/o religiosa: descreído, ateo, inmoral, separado, irreligioso, pecador…
         El leproso está fuera. Ha sido expulsado, sacado, ignorado, apartado,.. porque su situación es una afrenta para el resto del grupo social; para la familia, la sociedad, el estado,  los colectivos, la iglesia,.. vive una muerte civil, social y en ocasiones, hasta religiosa. El contacto con él, la acogida en cualquier colectivo humano teñirá  al grupo con la plaga o el problema que lleva. Mejor no recibirlo. Es un problema. Nos juzgarán mal al verlo ente nosotros. Nos exponemos al juicio y reproche de los demás. ¿Es que acogerlo es avalar su estilo de vida o conducta? ¿Tiene que cambiar primero para que podamos recibirlo?
         Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: ", queda purificado". El primer paso lo da el Maestro con su acogida compasiva. Luego la confianza de quien, posiblemente,  no se valore mucho  a sí mismo por el juicio que de él tienen, pide con humildad reconociendo su necesidad: "Si quieres, puedes purificarme".  La bondad de la respuesta del  Maestro es inmediata: Lo quiero. Y la lepra: enfermedad de cuerpo y alma, de alma y cuerpo, lo libera de la exclusión de la comunidad, de la vida plena. El maestro, como compromiso, le pide dos tareas: cumplir las exigencias de la comunidad (ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés) y no digas  nada a nadie. Cumple la primera y, con el nuevo Espíritu recibido, desoye la segunda: Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido. Y como otros muchos comienza a hablar de lo que el Maestro ha hecho con él, y de boca a oído, se iba transmitiendo la experiencia que tantos estaban viviendo, que hacía qué se hablara del Maestro por todas partes y que toda la gente compartía algo nuevo que Jesús había hecho en su vida. Quienes más tenían que contar eran los leprosos, los despreciables, porque  conocían su estado y no tenían miedo de acercarse al maestro, y por ello recibían más de sus dones. Los sanos no se preocupaban del paso del Maestro, y se procuraban más de no dejar acercarse a los leprosos para que no los  contaminasen. ¡Sólo quién reconoce su enfermedad, su lepra, su pecado pide al Maestro ser purificado¡. La cuaresma se acerca. Hay espacio y tiempo para quienes  nos sentimos despreciados o excluidos. Saludos.

                                                                   P. Esteban Merino Gómez, sdb.