“Leprosos”
15
de Febrero de 2015. Domingo 6° Durante el
Año – Ciclo B - San Marcos 1, 40-45
Año – Ciclo B - San Marcos 1, 40-45
Caminamos por Galilea... predicando y expulsando lo demonios…(1, 39). Los leprosos siempre están fuera de los poblados y
a lo largo de los caminos cuidándose de no acercarse mucho a la gente y tocando
su campanilla para que nadie se acerque a ellos y no contagiarlos. Si se acercaban
a la gente éstos los apedreaban para alejarlos y no contaminarse con ellos.
Caminábamos por el campo en misión con el Maestro. Entonces se le acercó un leproso para pedirle
ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes
purificarme". Leproso es sinónimo de despreciable. Despreciable
pos su estado o situación como persona: enfermo incurable, contagioso,
alcoholizado, con sida, con cáncer terminal. Despreciable por su conducta social: ladrón, tramposo, no confiable,
incumplidor, con doblez y engaño en su conducta, insociable, insensible,
egoísta… Despreciable por su conducta
moral y/o religiosa: descreído, ateo, inmoral, separado, irreligioso, pecador…
El
leproso está fuera. Ha sido expulsado, sacado, ignorado, apartado,.. porque su
situación es una afrenta para el resto del grupo social; para la familia, la
sociedad, el estado, los colectivos, la iglesia,..
vive una muerte civil, social y en ocasiones, hasta religiosa. El contacto con
él, la acogida en cualquier colectivo humano teñirá al grupo con la plaga o el problema que
lleva. Mejor no recibirlo. Es un problema. Nos juzgarán mal al verlo ente
nosotros. Nos exponemos al juicio y reproche de los demás. ¿Es que acogerlo es
avalar su estilo de vida o conducta? ¿Tiene que cambiar primero para que
podamos recibirlo?
Jesús, conmovido, extendió
la mano y lo tocó, diciendo: ", queda purificado". El
primer paso lo da el Maestro con su acogida compasiva. Luego la confianza de
quien, posiblemente, no se valore mucho a sí mismo por el juicio que de él tienen,
pide con humildad reconociendo su necesidad: "Si quieres, puedes
purificarme". La
bondad de la respuesta del Maestro es
inmediata: Lo quiero. Y la lepra:
enfermedad de cuerpo y alma, de alma y cuerpo, lo libera de la exclusión de la
comunidad, de la vida plena. El maestro, como compromiso, le pide dos tareas:
cumplir las exigencias de la comunidad (ve a presentarte al sacerdote y entrega por
tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés)
y no
digas nada a nadie.
Cumple la primera y, con el nuevo Espíritu recibido, desoye la segunda: Sin embargo, apenas se
fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido. Y
como otros muchos comienza a hablar de lo que el Maestro ha hecho con él, y de
boca a oído, se iba transmitiendo la experiencia que tantos estaban viviendo,
que hacía qué se hablara del Maestro por todas partes y que toda la gente
compartía algo nuevo que Jesús había hecho en su vida. Quienes más tenían que contar
eran los leprosos, los despreciables, porque
conocían su estado y no tenían miedo de acercarse al maestro, y por ello
recibían más de sus dones. Los sanos no se preocupaban del paso del Maestro, y se
procuraban más de no dejar acercarse a los leprosos para que no los contaminasen. ¡Sólo quién reconoce su enfermedad,
su lepra, su pecado pide al Maestro ser purificado¡. La cuaresma se acerca. Hay
espacio y tiempo para quienes nos
sentimos despreciados o excluidos. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.