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16 may 2015



MINUTO DOMINICAL
“¡PROCLAMEN LA BUENA NUEVA¡”

17 de Mayo de 2015. SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. Ciclo “B” - Evangelio de San Marcos  16, 17-20
El Maestro se despide. Se vuelve junto al Padre, a su  Padre y nuestro Padre. Hemos vivido con Él un tiempo muy especial. Lo hemos visto resucitado con las mujeres madrugadoras al lado de la tumba vacía. Con los de Emaús que caminan tristes, con Pedro y Juan corriendo y encontrando el sudario y los lienzos con los que lo habían envuelto. Pero llegó el tiempo. Su tiempo se ha cumplido. ¿Quedáremos solos? ¿Qué haremos ahora? ¿Quién hablará de Él? ¿Quién anunciará su mensaje? ¿Nos escucharán y nos creerán a nosotros? Estábamos los once. Poco después elijaríamos a Matías, sustituto de Judas. Estábamos perplejos y asustados: hablar del Maestro en el mundo religioso de los judíos, en la cultura hostil de los dioses romanos, en medio del abuso de poder de las legiones, de la divinización del emperador, de la decadencia moral de los poderosas familias de la sociedad,… .. y encima nosotros solos. El Maestro se ha ido: ha vuelto  al Padre.
Pero el Maestro se va y se queda con nosotros.  No se despide sino que permanece con nosotros y nos encarga una tarea: Vayan por todo el mundo y anuncien (Kerigma) la Buena Nueva (Evangelio) a toda creación. La tarea de hacer que su mensaje sea conocido es ahora, también, tarea nuestra. Hoy estamos tan asustados como ellos.  Hablar del Maestro en el mundo religioso o arreligioso, o ateo, o agnóstico o antirreligioso, de hoy, nos atemoriza y en ocasiones nos acobarda. La iglesia es criticada, los presbíteros hemos sido infieles y pecadores, hemos perdido credibilidad como Iglesia, como toda nuestra sociedad dirigente en el presente; hay nuevos dioses en la sociedad moderna que exigen adoración y culto; hay nuevos poderes que como emperadores  dominan; hay nuevas legiones de medios económicos, sociales, de comunicación, de mercado,.. que pretenden dominarnos; hay muchas opciones morales y valóricas que se presentan como opciones fundadas, en ocasiones más absolutas que cualquier religión, y que exigen credibilidad y fe en sus postulados; hay familias y poderes  en la sociedad que dominan, y nosotros seguimos siendo pocos, estamos perplejos y atemorizados.
Pero no estamos solos. El Maestro no se ha ido. Nos ha dejado un espacio un poco mayor, pero no se ha ido. No se le ve, con los ojos del cuerpo, con su túnica y su manto, por la calles de nuestra ciudad, pero no se ha ido: El Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.  ..Estos prodigios acompañaban a los que  creen: arrojarán demonios,..tomarán serpientes,.. sanarán enfermos,..  El Señor hablaba en ellos. Los signos que hacían, que podemos hacer, no son nuestros sino la actuación del Maestro que continúa con nosotros. Esa presencia, ese poder, esa fuerza, es nuestro sustento y apoyo para seguir levantando la voz proclamando al Buena Nueva del Evangelio y tratando de hacer realidad su pedido: Vayan por todo el mundo y anuncien (Kerigma) la Buena Nueva (Evangelio).
Pero, ¿Nos creerán? ¿Sabremos anunciarlo? ¿Quién hablará de Él? El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea se condenará. ¿Esta frase la dice el Maestro para quienes no nos escuchan o para nosotros? ¿Es que tenemos miedos porque no tenemos fe? ¿Es que, tal vez, nos somos creyentes, personas de fe, y por eso el mundo que nos rodea nos asusta y nos hace pensar que estamos solos?  La fe no tiene  temor. El discípulo misionero no va a proclamar la Buena Nueva del Evangelio sólo, sino en nombre y con la fuerza del Espíritu Santo. ¿Por qué tememos entonces? ¡No vamos solos¡ ¡Pero ellos, la gente, no nos creerán¡ Puede ser. ¡Dejémoselo al Maestro¡. Suyo es el campo, la semilla, la tierra y Él es el sembrador. El juicio de haber sido escuchados o rechazados sólo le corresponde a Él, que tiene “rostro de misericordia”. Nuestra tarea es el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio en este Tiempo de Misión Territorial. Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva. Saludos. 


                                          P. Esteban Merino Gómez, sdb.