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14 jun 2015

MINUTO DOMINICAL
“¡El Reino de Dios es como…¡”

14 de Junio de 2015.
Domingo 11° del Tiempo Ordinario-  Ciclo “B” –                                          
Evangelio de San Marcos 4, 26-34

            Después de haber vivido la Pascua con su preparación de la Cuaresma, el Tiempo Pascual y las fiestas de la Ascensión y del Corpus Christi, retomamos el Tiempo Ordinario o Durante el Año. En este tiempo no hay una fiesta del Señor particular sino que somos animados semanalmente en la fe y celebramos cada Domingo la Resurrección del Señor. Retomamos en este ciclo la lectura de San Marcos que es quien nos guía en este año. Estamos leyendo, en este capítulo 4, la gran enseñanza sobre el Reino de Dios: la parábola del sembrador y la semilla que cae en diversos tipos de tierra (4, 1-20); la lámpara encendida que se coloca en lugar alto para que ilumine (vv 21-25) y la semilla que crece por sí sola y la semilla diminuta en su tamaño, que hoy proclamamos.
     Son dos pequeñas comparaciones. Jesús dijo además: "Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra,  y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la  semilla brota y crece, sin que él sepa cómo…  . Jesús les dijo también: "¿A qué se parece el  Reino de Dios? ¿Con qué comparación lo podríamos expresar? Es semejante a una semilla de mostaza…  . Y el Reino de Dios crece. La primera parábola o comparación nos desafía a tratar de descubrir cuál es la razón del crecimiento, cuál es su fuerza interior, cuál es el secreto de esta semilla o de esta tierra que mientras el sembrador  reposa o trabaje, de día o de noche, sin que él sepa cómo, continúa su constante y contínuo desarrollo y crecimiento hasta llegar a la espiga con abundante fruto. No parece ser el sembrador el protagonista de este crecimiento sino la calidad de la tierra. Pero, recordando la parábola del inicio de este mismo capítulo 4, no parece nuestra preparación o esfuerzo humano, nuestra tierra o calidad espiritual, la que justifica ese silencioso crecimiento. Su secreto está más allá de la tierra o de la semilla, es el secreto, la fuerza, la cualidad de lo que es de Dios, del reino de Dios. Su fuerza, su potencia germinativa, su valor de persistencia y constancia en el día o en la noche, es la fuerza de Dios que germina en toda tierra, en toda persona, en toda sociedad, en toda situación, en el silencio de sus dones y de su gracia. El crecer de Dios en la historia de los hombres apoyado en las pobrezas de nuestras tierras personales  y de nuestras sociedades, día y noche
            La segunda comparación, además  de la fuerza de Dios, silenciosa y callada, nos matiza la pequeñez aparente de la semilla: Es semejante a una semilla de mostaza…  No se hace presente por su poder, por su fuerza humana, económica, política, social, cultural,.. su valor interior es lo distintivo, la fuerza de Dios está,  en como el Maestro siempre nos destaca: en lo pequeño; en lo que parece despreciable, insignificante, pasa desapercibido, no hace ostentación de poder, de fuerza o de riqueza, está ahí y en el silencio germina, da vida, crece,  hasta ser un apoyo para  el resto de la creación y de la historia: pero una vez sembrada, crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra. Se convierte en una presencia grande, significativa, da sombra, acoge y cobija, da refugio y se puede buscar su apoyo. El Reino de Dios es grande. Pero el Reino de Dios tiene una metodología, una estrategia de crecimiento en el silencio, sin ostentación, sin ruido, sin apariencias infladas y vacías. Crece en el silencio y toma fuerza en la pequeñez humana de la semilla más diminuta. Ahí está el Reino de Dios. En el silencio y en lo pequeño. Tierra pobre. Semilla pequeña. Y en la noche Dios hace crecer. Así me voy haciendo Reino de Dios en la presencia humilde, silenciosa, oculta. Saludos.      
P. Esteban Merino Gómez, sdb.