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6 sept 2015

                             “Abrir  los oídos. Querer escuchar”                                                                 
06 de Septiembre de 2015 – Domingo 23° del Tiempo Ordinario –         
   Evangelio de San Marcos 7, 31-37

            En numerosos relatos de san Marcos el Maestro se encuentra ante la reacción de los escribas, de los fariseos, de los doctores de la ley  Es sintomático que esto sucede en tierras de Judea en medio de los judíos más fieles y conocedores de la Ley: comer con las  manos sucias, el pasado domingo: Los fariseos se juntaron en torno a Jesús, y con ellos había algunos maestros de la Ley llegados de Jerusalén, y vemos al Maestro en las discusiones o trampas que quieren ponerle: Vinieron los fariseos y empezaron a discutir con Jesús. Querían ponerlo en apuros, y esperaban de él una señal que viniera del Cielo.(8, 11) y el Maestro previene sobre estas actitudes: Abran los ojos y cuídense tanto de la levadura de los fariseos como de la de Herodes. (8, 14). Y ya lo habíamos observado en las grandes discusiones que san Juan nos relata en el discurso del pan de Vida. Hay personas. Maestros de la ley, fariseos,.. que abiertamente rechazan sus enseñanzas.
            Jesús se va a tierras extranjeras, a las fronteras o periferias de Israel, va en salida, hacia nuevas situaciones y culturas. Son paganos. No conocen al Dios de Israel.  Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis.  En estas tierras nuevas se encuentra con un sordomudo, ajeno a todos lo que le rodea, aislado y sin comunicación con los demás pues no puede oírlos ni responderles. Es un claro signo de la cerrazón humana por falta de conocimiento e imposibilidad de respuesta. Grafica la actitud de quien se cierra a escuchar y se niega a responder.
            Todos ven la carencia y aislamiento que sufre esta persona. Le pidieron que le impusiera su mano. El Maestro hace un doble gesto con una palabra que tienen casi una fuerza sacramental: Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con  su saliva le tocó la lengua.  En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: "Effetá", que quiere decir: "Abrete."  El efecto es un profundo cambio en su vida. Se abre la comunicación con los demás y con Dios. Se levanta y surge como resucitado y persona nueva: Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente.  Se  ha abierto su vida a una nueva existencia.
            "Effetá". "Ábrete."  Abrir los oídos, hacer que la lengua pueda responder, tener uso de la palabra es ser liberados por Dios para iniciar una nueva ruta. Isaías, que hoy proclamamos en la primera lectura, une también abrir los ojos, hacer saltar al tullido, hacer manar agua en el desierto, porque Dios libera e invita a ser fuertes. Díganles a los que están asustados…  … Entonces los ojos de los ciegos se despegarán, y los oídos de los sordos se abrirán, los cojos saltarán como cabritos y la lengua de los mudos gritará de alegría.  Ha llegado la salvación de Dios. El asombro estalla entre los pueblos paganos mientras el rechazo se hace patente entre los judíos. Los lejanos se impactan y asombran por la presencia de Dios y los creyentes se resisten a los signos que muestran su presencia.

            Effetá". "Ábrete."  Abrir nuestros sentidos es un signo bautismal de apertura a la fe, de apertura a Dios. Desde ese momento, desde el bautismo, ya estamos capacitados para escucharlo, oírlo, mirarlo, hablarle, responderle, levantarnos y seguirlo. Y ese es el desafío de cada discípulo. La alternativa es cerrar los oídos, no querer escuchar, no abrir la boca para responder, no querer ponernos de pie, como tullidos, para caminar y seguirlo, volver la vista  a otro lado para no verlo y tener que  decidirnos a reconocerlo o rechazarlo. Abrirse a la Palabra de Dios o cerrar todos nuestros sentidos a lo que estamos sintiendo viendo. En este mes de Septiembre, Mes de la Patria  y Mes de la Palabra, Mes de la Biblia, es un buen momento para abrir los oídos y escuchar. Ahí está tu Dios. El Señor pasa y su Palabra resuena. ¡Pongámonos a la escucha¡. Saludos 
                                                                                                          
P. Esteban Merino Gómez, sdb.