“Alianza que transforma: me transforma y me transformo”
21 de Febrero de 2016 – Domingo Segundo de Cuaresma - Ciclo Dominical “C” – Evangelio de San Lucas 9, 28-36
La Cuaresma es una “cuenta
atrás”, tiempo en el que la campana de Dios nos llama, tañendo cada día, para
que hagamos el camino de conversión y cambio en nuestra vida. Estamos en el
segundo domingo, segundo paso de cuaresma. De la confesión de fe y las
tentaciones, del domingo pasado, vamos caminando, con San Lucas, hacia la
Pascua del Señor, preparándonos para su resurrección. Cada bautizado estamos
haciendo una gran peregrinación, una salida de nuestra tierra hacia lo nuevo.
Esta gran peregrinación es nuestra propia vida, que como lo hace el Maestro
vamos caminando hacia la resurrección y la plenitud de la existencia. Abrám es un ejemplo de este
caminar tratando de ser un seguidor del Señor. La trayectoria o peregrinaje de
Abrám comienza con el llamado de Dios: Sal de tu
tierra,.. y esta propuesta cambia su vida por completo. Para
nosotros esta opción se ha iniciado en el bautismo y se hace explícita cuando
se hace consciente, como adultos en la fe y la sumimos como responsabilidad
personal que engloba y compromete todas las facetas de la vida, actitudes y
decisiones. En ese momento llegamos a tener una alianza, un compromiso de vida,
una exigencia que libremente hemos
tomado con Dios. Abrám a quien Dios cambia de nombre: Abraham, hace su
compromiso con Dios: Aquel día El Señor hizo una alianza con Abrám
y Abraham se compromete con Dios.
La alianza es de Dios
con nosotros, en primer lugar, y el desafío es que sea de nosotros con Dios.
Ese es el camino de nuestra peregrinación y nuestra opción de vida. Eso es lo
que renovamos el sábado santo con nuestra vela encendida y recordando nuestro
bautismo. San Pablo nos insiste:
perseveren firmemente en el Señor, dejando que Él nos transforme y a la vez comprometiéndonos en muestra propia
transformación como discípulos en tiempo de misión y de misericordia. La transformación,
la vida nueva, el camino hacia la resurrección, hacia la pascua es el desafío
espiritual, comunitario y personal, en el que el Señor hace en nosotros la
mayor parte y cada uno, cada una, respondemos con nuestro aporte personal
espiritual y con acciones y actitudes nuevas. Él transformará nuestro pobre cuerpo
mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso,…(Segunda lectura)
Nuestra vida es la gran tarea de transfigurarnos para hacernos semejantes al Maestro,
y la cuaresma es un tiempo privilegiado para esta tarea.
Jesús compartió con sus
discípulos una de las obras o compromiso cuaresmales: subió
a la montaña para orar. La oración, la solidaridad y la
misericordia en el perdón, son comportamientos especialmente significativos en
este tiempo de cuaresma. Allá les hace ver el fin del camino y su rostro
glorioso y resucitado que compartirán con Él en el futuro. Mientras oraba, su rostro cambió de
aspecto y sus vestiduras devolvieron de una blancura deslumbrante.
Muestra ya la resurrección y la esperanza definitiva para todos los discípulos,
que el Maestro, como primer resucitado, será quien inaugure con su victoria
sobre la muerte.
Todo discípulo está
llamado a vivirlo, como lo hizo el Maestro. La única exigencia es la fidelidad
a la alianza bautismal, que hay que renovar cada día y el camino de transformación,
de transfiguración, de cambio, de conversión, que el Maestro propone: Este es mi Hijo
amado, el Elegido, escúchenlo. El camino de resurrección es la
conversión y transfiguración que hace Dios con nosotros, por su misericordia, y
en la que colaboramos con nuestra fe y nuestro esfuerzo personal. Estamos en cuaresma. Estamos en
camino. ¿Cómo está su alianza, su
compromiso bautismal? Es el tiempo de renovar la fe y la vida cristiana.
Saludos.