¿Quién quiere entrar al banquete del Reino de Dios? Esta es la invitación que se nos hace en este
domingo y el evangelio señala rutas, indicadores para encontrar la puerta y
acceder a esta fiesta. Comienza el diálogo con Jesús con la pregunta del
curioso oyente: ¿es
verdad que son pocos los que se salvan?. La pregunta, un poco
negativa pues en ella ya se afirma la sospecha de que serían pocos,.. la
pregunta del cuantos está muy de moda en nuestro tiempo con tantas encuestas,
sondeos de opinión, búsquedas de conocer la opinión pública, sondeos para
conocer quien es el candidato mejor posicionado, o quiénes serán los elegidos
para un cargo ciudadano. ¡Todos quiere saber las posibilidad que tienen¡ ¡Todos
están luchando para lograr ganar esta elección¡ Nuestro analista pregunta
cuántos serán. Pregunta ambiciosa, tal vez despectiva por considerarse él
dentro, tal vez interesada por saber si está entre los elegidos, tal vez
solamente curiosidad porque estima que su vecino no debería estar,…
Jesús
no responde respecto al número. Se centra en las actitudes necesarias para
tener acceso y la necesidad de urgirse mientras existe la posibilidad de
acceder a esta invitación. Traten de entrar. Ahora es el momento y ahora
es el tiempo. Tratar de entrar es ponerse el desafío, ver cómo y dónde hacerlo,
aquilatar la exigencia y asumir que quiero y debo entrar y aprovechar la invitación que me ha sido
hecha. Traten de entrar por la puerta estrecha.
Pareciera que habría diversas posibilidades o puertas para entrar, una puerta
más amplia, otra más estrecha y exigente. Nos damos cuenta inmediatamente que
solamente existe una entrada, la de la puerta estrecha o exigente y que la otra
sería solamente una pretensión irrealizable del mínimo esfuerzo: la puerta ancha,
porque no existe en la realidad. Y Traten de entrar por la puerta estrecha,… cuando el
dueño de casa se levante y se cierre la puerta se pondrán agolpear,…
y quedan fuera. Hay que llegar a tiempo. Hay que ir al horario estipulado, no
podemos dejarlo para mañana. No decidimos el tiempo que está abierta sino que
lo aprovechamos. No pedimos hora según nuestro interés sino que debemos conocer
y aprovechar cuando está abierta y pasar a la fiesta. Si llegamos fuera de
hora, fuera de tiempo, estará cerrada.
¡Pero
no quedará la posibilidad de reclamo¡
¡No¡ ¡No hay posibilidad de reclamo alguno¡ No existe ninguna trampa,
ninguna persona que tenga contactos y nos resuelva el problema, ninguna
autoridad o persona poderosa que pueda hablar por nosotros y conseguirnos otra
oportunidad, entra por otra puerta diferente o poder entrar saltado la pared. “Hemos comido y
bebido contigo, y tu enseñaste en nuestras plazas” Pero Señor, yo
soy,… yo… No pueden entrar. No te
conozco, no sé de dónde son ustedes, ¡Apártense de mí todos los que hacen el mal¡.
El criterio para encontrar la puerta abierta es nuestra vida, nuestras
actitudes y nuestro seguimiento de Jesús.
Ocupar
el lugar en el Reino de Dios es la
invitación que se ha extendido a todos. Vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del
Sur, a ocupar su lugar en el banquete de Dios. La invitación
universal es ratificada por Jesús. Todos, representados en los puntos
cardinales, todos, sin exclusiones ni postergaciones, tenemos la oportunidad de
acercarnos, buscar la puerta, vivir según la propuesta del Maestro y poder acceder a la invitación que se nos ha
hecho. Cada uno, cada una, de nosotros, podemos acceder y hemos recibido la
invitación. No hay ni primeros ni últimos. No hay lugares especialmente
guardados para alguno o alguna, porque ellos mismos estimen ser tales, sino que
cada uno nos lo ganaremos según nuestro compromiso. La invitación se convierte
en una exigencia personal. Ya que hemos sido invitados el Señor espera que
ocupemos nuestro lugar en el Reino de Dios. La Puerta está abierta. ¡Anímese a
entrar¡ Saludos.
P.
Esteban Merino Gómez, sdb.