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13 ago 2016

MINUTO DOMINICAL


“¡Siempre en la lucha¡”                                                                                                                                  
                                        14 de agosto de 2016 – 20° Domingo Ordinario                                                                           
Ciclo Dominical “C” –  San Lucas  12, 49-53

La lectura de este domingo es continuación inmediata de la proclamada el domingo pasado. Vamos con el Maestro camino a Jerusalén y es momento de decisiones y de asumir las consecuencias de las decisiones tomadas con sus efectos lógicos que es obligado asumir para no quedarse a medio camino, solamente en palabras.

   Si alguno ha pensado o piensa que la vida de los discípulos, de los cristianos, de los católicos, va a ser una travesía tranquila, sosegada, sin  desafíos o tensiones, se encarga el Maestro en persona de invitarnos y asimilarnos a su propio camino y aclararnos que estamos muy equivocados. Mas bien parece lo contrario por sus palabras, con lo que buscar una vida cristiana tranquila es poco menos que rechazar, ya de partida,  vivir la vida cristiana  misma con todos sus diarios desafíos y avatares.

Yo he venido a traer fuego sobre a tierra, ¿y cómo desearía que y estuviera ardiendo¡. Esta imagen del fuego  no se refiere  a destrucción sino a esta fuerza de vida, exigencia, mística, persistencia que supera  hasta la llamas y la destrucción; resiliencia y constancia, fortaleza y dureza del material,  dúctil y constante, como le gusta decir hoy día a nuestros contemporáneos. No se rinde, continúa; sigue caminando. Aunque es probado en el crisol, en el fuego, no desaparece, sino que en él se muestra su valía, el metal precioso del que está hecho. Da la talla de lo que de él o ella, se espera. Con el Maestro deseamos que este fuego sea más incendiario, más profundo, más interno, y haga más viva nuestra lucha, como  fuego del Espíritu en un nuevo Pentecostés de  la vida de cada cristiano

El agua es el bautismo en el que el Maestro se ve ya sumergido en el camino de su Pascua, de su muerte y resurrección. Eso es lo que la palabra Bautismo significa: ser sumergido. Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente¡.  Es una lucha de vida y muerte; de muerte y resurrección; de logro, caída, pecado y vuelta a resucitar; es lucha agónica, persistente y permanente, que nos va haciendo, nos acrisola, nos purifica, y es a la vez la ruta de la vida. Y estoy siendo bautizado cada día, y cada día siendo sumergido en este camino del Maestro para que al ser en la muerte sumergido, pueda cada día surgir con nuevo aliento, revitalizado cada jornada. La vida cristiana es lucha o no es el camino de Cristo. Es un permanente caer y levantarse. Es ser crucificado y resucitar cada día. Es muerte y vida.

Es paz y es lucha. Es guerra y sosiego. Es tranquilidad y permanente desafío. ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. Las opciones  que cada uno tomamos nos colocan cara a los demás  y nos definen. También, y muchas veces  es lo que nos sucede, la ausencia de estas decisiones, opciones, valientes, coherentes con lo que somos o  decimos ser, nos presentan como deslavados, insípidos, irreconocibles, por no tener ningún sabor, ninguna definición, ninguna opción clara, “no somos ni chicha ni limoná” y convertirnos en incoloros católicos, camaleones de lo que nos rodea, sin identidad ni opción propia. Todo ello por miedo a la lucha, al fuego que debería diferenciarnos, al agua que nos ha marcado desde el inicio de nuestra fe y que debería darnos la clara apariencia y realidad de lo que somos:  discípulos de Cristo en  la lucha diaria, con el fuego de la mística del Maestro y con la fuerza y constancia de quien sabe que no será vencido, sino que con Cristo alcanzará la victoria, contra, o a pesar de hermanos, hermanas, suegras, hijas, madres, padres, … porque sigo en la lucha de mi fe.

¡Cristianos en ascuas¡ ¡Cristianos apagados¡ ¡Cristianos quemados¡ ¡Cristianos ahogados, sin vida, sin bautismo¡ ¡Cristianos apocopados, borrados por su familia¡ ¡Cristianos que rehúyen la lucha, la guerra del discípulo no que sigue al Maestro¡ ¡ Estamos en la lucha¡ Saludos.


P. Esteban Merino Gómez, sdb.