“¡Atentos al tiempo¡”
07
de agosto de 2016 – 19°
Domingo Ordinario
Ciclo Dominical “C” – San Lucas 12, 32-48
En este capítulo 12 de san Lucas el Maestro nos
resalta la confianza en Dios y el abandono en la providencia, mirando el tiempo
y la realidad que vivimos y la vez elevando la mirada hacia la esperanza futura,
en una actitud de espera activa y de vigilancia crítica sobre nosotros y sobre
la realidad que nos circunda, con la confianza que la historia, y nuestra
historia personal, la vamos haciendo en sus manos y bajo su guía.
No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha
querido darles el Reino. En
medio de las realidades impactantes de nuestro tiempo, de los temores, de las
violencias diversas y de distinto género, de las luchas y enfrentamientos, de
todas las crisis personales y de los pueblos, el ánimo que el Maestro nos
otorga en el Nombre de Padre, es tranquilizador y nos trae la paz y la
esperanza. Por eso que ratifica que las vanas
seguridades, del rico y sus graneros, del domingo pasado son inútiles, y
vuelve a reiterarnos: No temas, pequeño rebaño… Háganse bolsas que no se desgasten.. pues su seguridad está
en el Padre.
Pero es verdad que hay que vivir con criterio,
en alerta, discerniendo lo que sucede en nuestra vida y en nuestro contexto: Estén
preparados,… con las lámparas encendidas,.. ¡Felices si el Señor los encentra
velando¡. Es un rasgo
distintivo de los cristianos, de los discípulos de Jesús, estar atentos a los signos del tiempo, a la historia y a
las historias de las personas, a las esperanzas y frustraciones, a los logros y los desafíos de los hombre y mujeres
de nuestros tiempo. Hay que estar atentos al tiempo, a nuestro
tiempo. En primer lugar porque somos los protagonistas responsables de
construirlo, de ir moldeándolo como el alfarero al barro y a la vez porque tenemos una esperanza que va más
allá, y algunos se entretienen tanto, o se ocupan tanto de nuestro tiempo, de
este tiempo, que se olvidan, se enajenan, se hacen ignorantes de lo definitivo.
Siempre preparados para ocuparnos de nuestro mundo, nuestra ciudad, nuestra
historia social y personal, y siempre dispuestos a levantar la mirada y mirar más allá, a la
esperanza definitiva, que nos tira y nos llama, y es a la vez, criterio de
juicio y de compromiso para la tarea de la historia presente. El Padre quiere darnos el Reino que, a la vez, nos
invita a construir en la historia.
Tres comparaciones, coloca Jesús, que nos hacen
cercana esta tarea: El dueño de casa frente al impredecible
ladrón. El
administrador fiel y previsor. El servidor que no obra adecuadamente. Tres
tareas, tres ocupaciones, para estar atentos a nuestros tiempo, a nuestra
tarea, y responder de la forma que se espera de nosotros. Dueños de casa. Dueños de
nuestra historia y de nuestra vida; dueños de nuestra libertad y de nuestra
responsabilidad; Dueños, también, de nuestra familia, de nuestra casa, no como
propietarios prepotentes sobre todos los miembros que formamos la familia, sino
como parte responsable de lo que en ella se vive, de cómo se educa, de cómo se
comparte, de cómo se escucha,… . Somos administradores. Administradores de
bienes propios y ajenos. Administradores de dones, talentos y potencialidades;
administradores del tiempo y las capacidades de otros, con lo que se juega
nuestro aporte mutuo a nuestro tiempo y a la convivencia humana y social. Soy el
Servidor. Servidor en mi trabajo y/o profesión que en justicia
merece su recompensa pecuniaria, pero que la supera cuando se convierte en un
verdadero servicio que desarrolla mi vocación profesional y sirve a la empresa
y a la sociedad y al Reino de Dios. Con este servicio bien hecho habré cumplido
las expectativas del Señor. Atentos al
tiempo. Este es nuestro tiempo. Nos estamos jugando nuestra colaboración a la
historia, a la construcción del Reino, don del Padre, y a la evaluación de
nuestra propia vida personal, como buenos o malos, dueños de casa,
administradores, servidores, que sin temor hacen lo mejor que está a su
alcance. Saludos.
P.
Esteban Merino Gómez, sdb.