“¡Riquezas y seguridades¡”
Ciclo
Dominical “C” – San Lucas 12, 13-21
Cada día de nuestra vida tiene sus tareas y
desafíos. Cada jornada vamos haciendo nuestra historia y vamos desarrollando lo
propio que nos compete o buscamos hacer
aquello que estimaríamos que nos corresponde o que necesitamos hacer para
responder a la exigencia cotidiana de nuestras necesidades personales, de
nuestra familia, de la sociedad de la
que formamos parte. Cada jornada necesitamos y nos ocupamos en responder al
logro de los medios básicos para vivir, de lo que hemos hecho nuestra
profesión, de lo que vivimos como vocación, de la tarea que nos ha sido
encomendada y que asumimos como nuestra
propia. Trabajar, ganarse un sueldo o salario; reunir los medios para nuestra
subsistencia y la de aquellos que están a
nuestro cargo. Servir en mi tarea o empresa, aportar a ella, ganarme la vida y
ser productivo(a) para mí y para los demás. En ello se juega mi historia, mi
dignidad humana y mi fe.
Ciertamente que ello se entreteje en el
laberinto de nuestra sociedad y me obliga
a decidir y discernir sobre lo que necesito. ¿Qué es indispensable, qué
es necesario, qué es digno, qué es superfluo, qué es un lujo, qué es
ostentación, qué es insensibilidad y/o desprecio de los demás, …en mi vida y en
lo que tengo o poseo?. Y a la hora de responderme mi criteriología, mi juicio,
mi conciencia, me hace patente, me hace ver con claridad, lo que siento que es
indispensable, necesario, justo y aquello de lo que me he ido rodeando,
que poco a poco me envuelve y que, por
lo menos, me intranquiliza porque está comenzando a dominarme y a hacerme
depender de ello, porque estoy acumulando, amontonando y dependiendo de ello.
Los bienes, las cosas materiales, nos son
culpables de nada. Tienen la bondad de toda la creación. Son capaces de ser
justas o injustas según la conciencia del ser humano que las destina en su condición
o situación a un servicio o a otro. La bondad o maldad, el buen uso o el abuso,
la justicia o la injusticia, la caridad o el oprobio de su uso, está en el
corazón de la persona, que en esta acción se define con sus actitudes delante
del Señor. Esto
es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de
Dios. Y esta es la clave de juicio: que lo que poseo me haga más
persona y no me aparte de los demás ni de Dios.
El hecho de vida de los dos hermanos peleándose
por la herencia, uno pidiendo a Jesús que intervenga, y el otro, al parecer,
negándose a esta partición de la herencia, o la parábola del hombre que ha
logrado una gran cosecha y no sabe donde recoger el grano y se siente seguro,
intocable, casi como un dios, y pone en todo ello su toda su confianza y su
vida, son el motivo para las valoraciones del Maestro frente a estas realidades
humanas y sociales. Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la
abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas. …
Insensato, esta misma noche vas a morir
¿Para quién será lo que has amontonado?. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas
para sí, y no es rico a los ojos de Dios. Parecen
juicos duros y tajantes pero certeros en lo referente a nuestra posesión, uso y
destinación de los bienes, y la comunicación, comunión, que de ellos hacemos o
la dependencia y esclavitud, y dominio sobre nosotros que ellos producen. Necesidades
tenemos cada día. Seguridades materiales pretendemos tenerlas para estar
tranquilos y a la larga nos intranquilizan más por el cuidado que exigen o por
las cargas que nos imponen, llegando a apartarnos de los prójimos y a
olvidarnos o negar al mismo Dios. Las riquezas no son seguras ni seguridades.
Lo valioso soy yo y la valoración y el uso que de ellas hago. ¡Que sea Ud. el señor
de lo que posee y que el Señor, el Maestro Jesús, no lo llame un día insensato, necio o injusto.
Saludos.
P.
Esteban Merino Gómez, sdb.