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18 sept 2016

MINUTO DOMINICAL

“La alegría de la Misericordia”                                       
 11 de Septiembre de 2016 –    24°    Domingo Ordinario                       
Ciclo Dominical “C” –  San Lucas  15, 1-32


            Baja enseguida, porque tu pueblo,.. se ha pervertido. El pecado del pueblo de Israel en su camino del éxodo es la antesala del Capítulo 15 de Lucas, en  este domingo, en el año  de la Misericordia, en el tiempo del Jubileo de la Misericordia. El Señor ve la conducta de su pueblo y se lo hace ver a Moisés que intercede por el pueblo. Este pueblo es un pueblo obstinado. Déjame obrar: .. los exterminaré y de ti, en cambio, suscitaré una gran nación.

            Que diferente es la actuación del Padre Dios en las parábolas de la misericordia en Lucas 15: la oveja perdida, la moneda perdida y el monumento a la misericordia: el hijo pródigo. El Dios Padre de Jesús, es el Dios Padre de la justicia, es el Dios Padre de la Misericordia. Es otra forma muy diferente de enfrentar al pecador y de llamarlo al reencuentro con Él en la Misericordia.

            El Dios de Jesús quiere dar alegrías y no castigos. El motivo de  las parábolas lucanas de este capítulo es la crítica, repetida en varios evangelios, que hacen los más religiosos y conocedores de la ley, sobre las actitudes de Jesús. Todos los publicanos y pecadores se aceraban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Su crítica se centra en la actitud central que es el corazón de la misericordia como luego veremos que relata del corazón de padre: su padre lo vio y se conmovió. En sus entrañas, como una madre, sintió su dolor y pérdida y posterior  acogida del hijo que se había ido. No es el pensamiento, el deseo, la actitud de castigo.

            Un hombre es el protagonista de la primera parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una. Las noventa y nueve no son lo más importante. La número cien es la que le exige hacer algo diferente. Ir  a buscarla. Encontrarla y traerla de vuelta. Y sobre todo vivir la alegría de Dios por el reencuentro: Alégrense  conmigo  porque encontré la oveja que se me había perdido.  Una mujer es la protagonista de la segunda parábola. También ella ha perdido algo. Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende la lámpara, barre la casa y busca hasta encontrarla? Hombre o mujer, cuando algo importante se pierde, como es valioso, hay que actuar, buscar,  barre, ..hay que encontrarlo. Y cuando sucede se vive la alegría de encontrar lo perdido: Les aseguro que, de la misma manera,  se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte. La conversión del pecador es la alegría de Dios.

            La tercera  parábola es la del Padre. El padre que espera y que representa el corazón de Dios. El hijo ha perdido todo lo suyo. Se ha ido lejos. Su vida se ha perdido en el camino. Sus carencias le hacen pensar en la casa del padre que ha perdido. Es mejor volver y asumir su pecado aunque se pierda la inicial categoría de hijo y pase a ser un trabajador. Por su parte el Padre no deja de esperar la vuelta. Y cuando lo ve a lo lejos la misericordia llena su corazón paterno-materno: su padre lo vio y se conmovió profundamente y corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. Las entrañas de Padre afloran con la misericordia. Y aunque el hermano no está muy conforme la fiesta muestra la alegría de Dios por el hijo reencontrado. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y el Padre lo ha encontrado y la casa sigue abierta con el perdón y el anillo de la filiación recuperada. Dios es Misericordia. El nombre de Dos es Misericordia. Está a nuestro alcance vivir esta misericordia en este año y darla a nuestros hermanos. Saludos

  P. Esteban Merino Gómez, sdb.