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19 dic 2015

MINUTO DOMINICAL

“Bendita tú eres…”                                                                                                                 
                 
 20 de Diciembre de 2015 –Cuarto Domingo de Adviento - Ciclo Dominical “C” –  Evangelio de San Lucas 1, 39-45



En un pueblito pequeño de Israel, en las periferias humildes del pequeño poblado de Belén, que el mismo profeta considera pequeña entre los clanes de Judá (Cfr Miq 5, 1); en una de las periferias de nuestras  grandes ciudades, de los campamentos postergados, de los sin techo, sin tierra y sin trabajo, allí aparece la esperanza de Dios: de ti nacerá el que debe gobernar a Israel,.. y se cumplirá el anuncio profético del momento en que dé a luz la que debe ser madre, y vendrá a su pueblo, el anunciado. Él los apacentará,..El Será grande hasta los confín de de la tierra ¡Y Él mismo será la paz¡. En gran esperado de Israel, el Ungido, el Mesías, el Cristo.  El centro de la profecía es el Esperado y la Madre que nos hace posible este encuentro.
Ellos dos son los protagonistas en este Cuarto Domingo de Adviento. La Madre que lo espera y el Señor que vine. A los dos Dios Padre los ha llamado y les propuesto su tarea. A  través del Ángel a María en su Anuncio y en la posterior respuesta que ella da  asumiendo el compromiso de colaboración humana para el plan de Dios que asume con la clara respuesta: Dijo María: "Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho." Después la dejó el ángel. El camino libre de Dios en su actuar se hace historia, terrenal y salvadora, con el  camino libre de María asumiendo la propuesta del Padre. Pero, también el Hijo, en el diálogo eterno con el Padre, asume su propio camino de hacerse historia humana, con su disponibilidad y su respuesta: Dios, aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad,..y reitera: Aquí estoy, yo vengo, para hacer tu voluntad,.. me has dado un cuerpo… (Cfr. Heb10, 5-10) y hecho hombre asumo mi parte en tu plan de salvación. El mismo Cristo Jesús, como su Madre, responde al Padre, en este diálogo y comunión eternos: Aquí estoy,.. y con esta doble disposición, del Hijo y de la madre, el Verbo, se hizo carne y habitó entre nosotros. Y se cumplió la profecía de Miqueas.
¡Bendita tú y bendito el fruto de tu vientre¡, dice Isabel en la visita de su Prima María. ¡Bendito el pecado que ha merecido tal redentor¡, dice la Iglesia en el canto a Cristo Luz del Mundo, en el himno al Cirio Pascual. Bendita la madre que acepta su tarea salvadora. Bendito el Hijo que la lleva a su plenitud. Por eso la alabanza de Isabel es una felicitación y bienaventuranza porque Dios, con la colaboración de la Madre y del Hijo, hace historia, lleva a su cumplimiento, hace realidad y plenifica la promesa profética y la esperanza de Israel. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!" Y su en canto entona la alabanza, pues Dios es el bendito, el grande, quien mira a su pueblo y muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Y alaba al Señor que cumple su promesa: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.
En un pueblito pequeño de Israel, en las periferias humildes del pequeño poblado de Belén,… Dios encontró el camino y se ha hecho entre nosotros el Emanuel, Dios con Nosotros. Dios vino, viene y vendrá. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.