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5 mar 2016

MINUTO DOMINICAL

 “El nombre de Dios es misericordia”   

    06 de Marzo de 2016 –  Cuarto domingo de Cuaresma - Ciclo Dominical “C” –    Evangelio de San Lucas 15, 11-32



 Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. (Misericordiae Vultus  1). Esta frase con la que el papa Francisco inicia al Bula de Convocación del Año de la Misericordia esta sintetizada en el evangelio que hoy proclamamos: la parábola del Hijo Prodigo o parábola de los Dos Hijos, el Rostro de la Misericordia del Padre.

El relato del Evangelio es provocado por las críticas y condenas de los fariseos y escribas, por las actitudes novedosas, chocantes, impactantes, casi escandalosas, contracultura, del Maestro con los más marginados y empecatados: Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos” Y el Maestro nos contó la más linda parábola que nunca había narrado: Un hombre tenía dos hijos. Así es como mejor puede llamarse esta parábola: la parábola de los dos hijos.

Un hombre tenía dos hijos…  La foto que hoy ilustra el comentario nos ayuda a “hacer el camino" que hizo el hijo pródigo. El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde” Y recibió la bolsa con sus bienes y se fue. Con su caballo partió levantando sus manos como diciendo: ¡soy libre¡ Pocos días después recogió todo  lo que tenía y  se fue a un país lejano. Allá no estaba, lejos, libre, ni  bajo la mirada del padre ni la competencia de su hermano. Le parecía que  ¡por fin¡ lograba su meta en aquél lugar desconocido. Todo dependía de él mismo y nadie lo controlaba ni exigía nada. Malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya había malgastado todo cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. La vida no era lo esperado, lo que superficialmente aparecía. Todo cambió. Había que sobrevivir a toda costa y cualquier forma de ganarse la vida era válida y se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo a cuidar cerdos. Todo era negro. La cabeza inclinada y oscuro el horizonte. Una pequeña luz se veía en la casa, pero no era su casa, y en ella no estaba su padre a quien había  abandonado. Volver y vivir como antes sería un sueño. ¿Volver? ¿Sería posible?, ¿me recibiría mi padre? En sus dudas y, sobre todo en sus necesidades, la necesidad era más grande, y pensando en las seguridades de las que gozaba en la casa del padre, inició el camino de regreso. Ahora mismo iré a la casa  de mi padre y de dirá: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti. Y comenzó a caminar con la vergüenza penándole, con las piernas que se le doblaban temiendo un posible rechazo, pero vislumbrando un amanecer, una tenue esperanza,.. pero con dudas. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Ya se acercaba y le pareció ver  alguien  a la puerta de a casa. Se  paró un momento,  y con el corazón en la mano, se decidió a enfrentar las consecuencias de su partida.


Pero el Padre estaba en una actitud que a todos sorprendió. Y de aquí nace que hasta le hayamos puesto un nuevo nombre bautizándolo como Dios es misericordia, con las palabras del libro de la entrevista dada por el papa Francisco: El nombre de Dios es misericordia. El hijo pródigo hizo todo lo que había pensado y ensayado todo el viaje de regreso: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti. Trátame como a uno de tus jornaleros. El Dios Misericordia cuando todavía estaba lejos, lo vio, se conmovió profundamente, corrió  a su encuentro, lo abrazo y lo beso. La fiesta que luego preparó fue digna de recuerdo. El relato del Maestro nos dejó a todos callados y admirados. Pero no había terminado; les cuento resumido: había otro hijo, el otro hermano, pero este no tenía en corazón misericordioso del Padre y no quiso entrar a la fiesta. Se quedó fuera. No compartió la alegría de la vuelta de su hermano. El Padre triste salió a buscarlo, el Dios Misericordia no está tranquilo cuando le falta un hijo. La fiesta fue agridulce ¡Faltaba uno¡ y el Dios Misericordia seguía esperando. ¿Es usted o yo el que falta por entrar? ¿El hijo pródigo o el hijo mayor? Dios Misericordia sigue esperando. Saludos.                           P. 

Esteban Merino Gómez, sdb.