“¡Tirar piedras¡”
13 de
Marzo de 2016 – Quinto domingo de
Cuaresma - Ciclo Dominical “C” - Evangelio de San Juan 8,
1-11
El hecho de vida del
evangelio de este domingo es un relato fuerte
en el que está en juego la vida de una persona, de una mujer frente a
las actitudes de sus prójimos. El Maestro está enseñando en el templo y lo
ponen frente a una situación y le
insisten que debe pronunciarse. Ya están todos listos para tirarle las piedras
y cumplir lo que está escrito en la Ley: Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de
mujeres. Y tú, ¿qué dices. Están todos listos con las piedras en las
manos muy seguros de que la razón que
les asiste.
Tirar piedras a otro es
una actitud muy extendida en la sociedad, en las familias, en los grupos
humanos, en la Iglesia. Todos nos sentimos muy justificados cuando lo hacemos
porque estas personas por lo que son, por cómo son, merecen nuestro juicio y condena.
Les tiramos piedras porque son pecadores, malos moralmente, tienen opciones que
no compartimos, son condenables, no aceptamos sus actitudes o modos de vida,
repudiamos o rechazamos sus conductas. Tiramos piedras a mucha gente: por sus
opciones, por sus opiniones, por sus actitudes, por sus conductas, por sus,… y nosotros
nos consideramos muy bien parapetados en nuestra justicia y santidad. ¡Qué
difícil es no juzgar el pecado ajeno y asumir conscientemente el nuestro¡
El Maestro, a quien
preguntan por este caso para ponerlo aprueba, no duda del pecado de esta mujer,
ella misma no se defiende, ni siquiera le pregunta si es verdad la acusación y
real su pecado. Lo que se reíste a aceptar es la dureza de corazón, la
insistencia en ejecutar a esta pobre mujer, de sus acusadores, su deseo de pretender
hacer brillar su falsa justicia y santidad a consta de resaltar y castigar la
debilidad el otro. El silencio del Maestro nos expresa su juicio ponderado y
sereno. Su pregunta los deja, y nos deja, perplejos: "El que no tenga pecado, que arroje la
primera piedra. ¿Me considero una persona
sin pecado? Mi propio pecado y mis debilidades podrían hacerme mas
misericordios@ pues experimento en mí
mism@ la debilidad, la falta y la culpa,
de la que es conocedor el Señor y yo. Es lo que echa de menos el Maestro en
quienes rodean a la mujer, y en
nosotros, con las piedras en la mano listos para condenar.
¿Me considero una persona sin pecado? La misericordia brota de la
experiencia de haber sido perdonado. La suficiencia y soberbia de la santidad
autosuficiente endurece el corazón y e
insensibiliza a la misericordia. "El que
no tenga pecado, que arroje la primera piedra". …Al oír estas palabras, todos se retiraron,
uno tras otro, comenzando por los más ancianos. ¿Es difícil aceptar
los defectos del prójimo? ¿Es más difícil que aceptar los pecados propios? ¿Me
duele la corrección cuando me la hacen o me cuesta más corregir, con sinceridad
y caridad, a los demás? ¿Doy buen ejemplo o merecería ser apedreado por el
escándalo e incitación al mal a los demás?. Al recordar estas tres obras de
Misericordia espirituales: Soportar con caridad los defectos de prójimo;
corregir a quien se equivoca; dar buen ejemplo a quien lo necesita, estamos en
el corazón de la Misericordia de Dios, que en Cristo, Rostro de la Misericordia
del Padre, no condena a quien arrepentido acepta su culpa y vuelve a la casa
paterna. ¿Alguien
te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo
tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante". Y
el Maestro no tiró ninguna piedra, le tendió la mano y con su acogida logró el
cambio de vida de esta mujer. ¿Me considero una persona sin pecado? ¿Tendré que recoger alguna piedra que he tirado? El Señor siempre nos acoge en este
tiempo de Misericordia y perdón. ¡Es el tiempo de la renovación¡ Saludos.
P.
Esteban Merino Gómez, sdb.