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10 abr 2016

MINUTO DOMINICAL

   “Pedro”                               

     10 de Abril de 2016 –  Tercer Domingo de Pascua                                                                                                

- Ciclo Dominical “C” –  Evangelio de San Juan  21, 1-19


Pedro y los otros discípulos habían visto al Señor varios domingos seguidos en la casa en la que se juntaban. La aparición de este domingo es en otro contexto totalmente diferente, en Galilea, al lado del mar, mientras se preparaban  para la actividad cotidiana de la pesca a la que muchos de ellos se dedicaban. Este encuentro recuerda mucho el momento del llamado de la mayoría de ellos, al lado del lago, cuando, por primera vez, el Maestro, aunque en la noche no habían pescado nada, les invito a echar las redes.(Lc 5, 1-11). En esa ocasión Jesús los invitó a ser “pescadores de hombres”.

Siete discípulos están juntos. Pedro se animó a ir a pescar y los otros lo acompañaron. Sin duda en este evangelio tiene una especial preponderancia Pedro y su diálogo con el Maestro. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Había comenzado su vuelta a casa, a sus pueblos de origen y a sus actividades, que nunca habían dejado; habían vuelto a donde todo había comenzado para ellos: a Galilea. Y vuelven a vivir una experiencia muy semejante a la de su primer llamado. Están junto al lago y al  amanecer Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era Él.  Jesús le dijo:”Muchachos, ¿tiene algo para comer?”. Ellos respondieron. “No”. El les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Estas palabras producen en ellos un eco de lo ya vivido que hace nacer en el corazón la capacidad de reconocerlo en medio de su tarea. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor¡ Ya antes del milagro de la abundante pesca ellos han descubierto, en el corazón, que es el Señor. Pedro, el impetuoso, se tiró al agua, para cercarse a Él y los otros arrastraron la barca  hasta la orilla. Era una nueva aparición del Señor en medio de su trabajo, muy lejos de Jerusalén, en Galilea, donde todo había comenzado.

El Maestro prepara la comida y les dice: “traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”. ..Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. El recuerdo de la cena con ellos compartida fue claro y todos se sentaron con el Maestro alargándose el momento con un especial diálogo con Pedro. Después de comer, Jesús dijo a Simón, hijo de Juan, ¿me amas?. Este diálogo da una especial relevancia Pedro, a quien llama Simón, como en el primer llamado, y lo coloca en la preeminencia que luego le conceden todos los doce. Las preguntas pareciera que inquietan a Pedro. Late en ellas un cierto reproche y se trasluce una renovación del amor primero, de la primera llamada, que había sido olvidado por parte de Pedro con sus negaciones y el abandono en el tiempo de persecución y la muerte del Maestro. ¿Me amas? ¿Me quieres?. Las dos primeras llamadas de atención se refieren al amor cristiano, de donación, de servicio, de benevolencia y misericordia, de disponibilidad a seguirlo. La última pregunta destaca más un amor de amistad, de cercanía, de confianza personal, de encuentro cotidiano y asiduo compartir que es amistad y cercanía en el compromiso con el amigo y fiel compañero. El Maestro muestra su profunda amistad y confianza con Pedro a pesar de sus fallas y deficiencias. El Maestro quiere renovar con él el amor de Misericordia y el amor de Amistad y cercanía. Pedro, aunque no entiende muy bien este triple examen, acepta: Señor, Tú lo sabes todo, sabes que te quiero.

Pero cada una de las preguntas por su adhesión viene acompañada con una tarea o misión: “Apacienta mis corderos”; “Apacienta mis ovejas”. La pesca tan importante en su cantidad y el mandato, tres veces repetido,  del Maestro, son la reiteración, después de la resurrección del Maestro, del llamado y el envío inicial a pescar, a pastorear, misión fundamental de los discípulos y razón de ser de la comunidad, de la Iglesia. Los peces son mucho porque hay que evangelizar a todos en el mundo; el mandato lo da tres veces porque hay que reunir ovejas y corderos de todo el mundo. El llamado primero en Galilea, al lado del Lago, se convierte en el llamado último, en Galilea, al lado del Lago: ¡SÍGUEME¡
Pedro, Petra, usted y yo…, somos Pedro, llamados hoy por el Resucitado, al amor primero, al primer llamado, al inicio de nuestro encuentro con Él y sigue repitiéndonos: ¡Sígueme¡. Saludos.

P. Esteban Merino Gómez, sdb.