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24 abr 2016

MINUTO DOMINICAL


“Gloria y Amor”                                                                                                       
   24 de Abril de 2016  –  Quinto Domingo de Pascua           
Ciclo Dominical “C” – Evangelio de San Juan  13, 31-35




Los discípulos están todos reunidos para la Última Cena y es el momento en el que el Maestro lava les pies. Ya ha salido de la sala Judas y la noche se acerca  con la oscuridad que presagia momentos de traición y muerte. En esos momentos, en el gran discurso o intercambio después de cenar, el Maestro les confidencia y comparte la síntesis de su vida y el legado mayor a sus seguidores.

Es el momento de la Gloria, de la gloria del Padre y de la gloria del Maestro. Pero su gloria, que es su resurrección y su Señorío de resucitado, se consuma  en la fidelidad a  su proyecto, que  es  el proyecto del Padre. Estas palabras el apóstol Juan las coloca en  el momento previo a la entrega y muerte, pero a la vez son escritas cuando todos han vivido ya la muerte del Maestro, su dispersión momentánea inicial y han madurado, lentamente, su presencia nueva y su resurrección. Entonces comprenden y valoran la vida del Maestro en su completez y hacen la síntesis de lo que significa ser glorificado por el Padre y glorificar al Padre.

Antes de que suceda el Maestro medita su paso decisivo y en su diálogo con el Padre comparte con los discípulos su destino y el significado del mismo. La vida del Señor, como les ha dicho minutos antes en el lavado de los pies, es para el servicio y en  esa actitud es que se vive y se asciende a la gloria como actitud digna de ser alabada, glorificada y querida por todos.

Para acceder a esta  gloria el Maestro ejemplifica y propone el nuevo mandato: el mandamiento del amor. Alguna persona ha dicho que amar no se pude mandar; que el amor  no se puede mandar si no brota espontáneamente de la persona. Tal vez esto puede ser cierto si hablamos del amor erótico o del amor de amistad o de hermandad que surge espontáneamente pero, por la misma razón,  puede morir si  no es fortalecido por una actitud de querer hacerlo crecer superando el mero sentimiento.
El amor cristiano es el amor que proviene de la fe y  de haberse encontrado con el Maestro. Es un amor que está más allá del sentimiento,  de que la persona me caiga bien, me sea agradable, que comparta mis gustos o me acoja y me acepte. Este amor Dios lo siembra  en el corazón del creyente, lo trasforma  y se hace voluntad de servicio, de ayuda, de aceptación, de preocupación por el hermano. Desde ese  momento se pude llamar al otro hermano, porque lo aprecio, quiero servirlo, comienzo a mirarlo como amigo al servirlo, y llega a serme afectivamente agradable al compartir sus carencias y necesidades, al acercarme me hago amigo, lo amo en la caridad de Cristo y hasta nace en mi ese amor, cariño y amistad que hace que pueda llamarlo hermano, en la fe y en la amistad.

 Este amor no se manda porque es un servicio entrañable que glorifica al creyente y deja el corazón lleno de esta gloria que se alcanza  con el Maestro en el servicio y en la caridad. Y el amor lo hacemos efectivo en la misericordia y en sus obras: sensibles frente al hambriento, sediento, migrante, herido, al desagradable, al extraño, al preso, al hermano desagradable, en la comunidad,  ….

Gloria y amor son la vida del resucitado. El Maestro nos invita a vivir la gloria del amor a ejemplo  suyo. Saludos.


Los discípulos están todos reunidos para la Última Cena y es el momento en el que el Maestro lava les pies. Ya ha salido de la sala Judas y la noche se acerca  con la oscuridad que presagia momentos de traición y muerte. En esos momentos, en el gran discurso o intercambio después de cenar, el Maestro les confidencia y comparte la síntesis de su vida y el legado mayor a sus seguidores.

Es el momento de la Gloria, de la gloria del Padre y de la gloria del Maestro. Pero su gloria, que es su resurrección y su Señorío de resucitado, se consuma  en la fidelidad a  su proyecto, que  es  el proyecto del Padre. Estas palabras el apóstol Juan las coloca en  el momento previo a la entrega y muerte, pero a la vez son escritas cuando todos han vivido ya la muerte del Maestro, su dispersión momentánea inicial y han madurado, lentamente, su presencia nueva y su resurrección. Entonces comprenden y valoran la vida del Maestro en su completez y hacen la síntesis de lo que significa ser glorificado por el Padre y glorificar al Padre.

Antes de que suceda el Maestro medita su paso decisivo y en su diálogo con el Padre comparte con los discípulos su destino y el significado del mismo. La vida del Señor, como les ha dicho minutos antes en el lavado de los pies, es para el servicio y en  esa actitud es que se vive y se asciende a la gloria como actitud digna de ser alabada, glorificada y querida por todos.

Para acceder a esta  gloria el Maestro ejemplifica y propone el nuevo mandato: el mandamiento del amor. Alguna persona ha dicho que amar no se pude mandar; que el amor  no se puede mandar si no brota espontáneamente de la persona. Tal vez esto puede ser cierto si hablamos del amor erótico o del amor de amistad o de hermandad que surge espontáneamente pero, por la misma razón,  puede morir si  no es fortalecido por una actitud de querer hacerlo crecer superando el mero sentimiento.

El amor cristiano es el amor que proviene de la fe y  de haberse encontrado con el Maestro. Es un amor que está más allá del sentimiento,  de que la persona me caiga bien, me sea agradable, que comparta mis gustos o me acoja y me acepte. Este amor Dios lo siembra  en el corazón del creyente, lo trasforma  y se hace voluntad de servicio, de ayuda, de aceptación, de preocupación por el hermano. Desde ese  momento se pude llamar al otro hermano, porque lo aprecio, quiero servirlo, comienzo a mirarlo como amigo al servirlo, y llega a serme afectivamente agradable al compartir sus carencias y necesidades, al acercarme me hago amigo, lo amo en la caridad de Cristo y hasta nace en mi ese amor, cariño y amistad que hace que pueda llamarlo hermano, en la fe y en la amistad. Este amor no se manda porque es un servicio entrañable que glorifica al creyente y deja el corazón lleno de esta gloria que se alcanza  con el Maestro en el servicio y en la caridad. Y el amor lo hacemos efectivo en la misericordia y en sus obras: sensibles frente al hambriento, sediento, migrante, herido, al desagradable, al extraño, al preso, al hermano desagradable, en la comunidad,  ….

Gloria y amor son la vida del resucitado. El Maestro nos invita a vivir la gloria del amor a ejemplo  suyo. Saludos.



P. Esteban Merino Gómez, sdb.