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12 jun 2016

MINUTO DOMINICAL

  “Nuevo trato hacia los despreciados”                                                                                                                                      

11 de junio de 2016 – 11° Domingo Ordinario Ciclo Dominical “C” –  San Lucas  7, 36-8,3

San Lucas es quien presenta más catequesis del Maestro alrededor de la mesa en casa de fariseos que lo invitan a su casa. En 11, 37-54, donde que hablan del cumplimento de normas de pureza exterior; 14, 1-21: los invitados que pelean por los primeros puestos y que solamente invitan a sus banquetes a quienes pueden responderle de la misma manera. Y la comida del evangelio de hoy, la mujer pecadora en casa de Simón el fariseo. Es significativo que el Maestro en estas comidas, en algunas lo acompañábamos nosotros, los doce, siempre encontraba un mensaje que entregar y que cuestionaba hasta al dueño de casa que lo había invitado. Este día Sim
unzione_capo_nardo_rupnikón el fariseo,  vivió un hecho de vida cotidiana que le sorprendió con la entrada de una mujer desconocida que se atrevió a entrar en su casa buscando al  Maestro.

La casa, la mesa, es el lugar privado e interior de cada familia, de cada persona. Entrar y participar de ellos  es hacernos parte de su vida. El mundo judío tiene estrictas normas de personas con quienes  no se puede sentar a la mesa un fariseo, personas impuras por su origen, por su profesión, por sus enfermedades, por sus conductas, por ser de clases sociales despreciables,… Destacan leprosos, ciegos, lisiados, mendigos, los pecadores públicos, cobradoras de impuestos, como Mateo, o mujeres de mala vida con el apelativo de pecadores públicas. Este es el caso en casa de un buen fariseo donde irrumpe y estropea la fiesta una mujer de dudosa reputación y hace aflorar las actitudes de todos.

La mujer, sin nombre, anónima, de la misma ciudad,…que olvida todos los juicios y prejuicios que sobre ella tienen, se acerca al Maestro con fe y confianza: el me conoce sabe lo que soy, me ama, y me perdona; por eso yo también lo amo y confío en él. Simón es un fariseo, orgulloso de su postura, de su conocimiento de la ley y su pureza. Sabe quién es la mujer. Quiere congraciarse del Maestro con su invitación a comer y se atreve, en sus pensamientos, a juzgar que el Maestro no debe ser profeta pues no conoce a la mujer que se atreve a tocarlo, que osa una intimidad que lo contamina con su impureza y pecado. El Maestro, sentado  la mesa, tranquilo, deja hacer a la mujer, que le otorga los signos propios de una acogida digna de un forastero: lavarle los pies y manos, darle el beso de acogida y ungirlo en forma de respeto. Es un reconocimiento de su dignidad. Los espectadores no dicen nada. La mujer no habla. No tiene  dignidad, ni siquiera palabra.

El Maestro es consciente de que sus actitudes son contrastantes, denunciantes, contracultura, chocantes, cuestionadoras de las opiniones y visiones morales de los sentados a la mesa y que le traen las críticas de muchos como el mismo San Lucas os recuerda: Los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús  para escucharle. Por esto los fariseos y los maestros de la Ley lo criticaban entre sí: "Este hombre da buena acogida a los pecadores y come con ellos." Y Jesús con la parábolas de la misericordia recuerda la gran novedad que trae. El nuevo trato hacia los despreciados, pecadores. Su acogida y la osadía de comer con ellos es la osadía de Dios hecho misericordia, con esa mujer, símbolo de lo pecadores públicos, a quien el fariseo Simón, condena y todos desprecian. Tus pecados te son perdonados. Tienes un lugar en la casa y en la mesa junto con el Maestro. Vete en paz tu fe te ha salvado. Y en la mesa hay un puesto, una silla, para ella. ¿Hay una silla en mi mesa para la persona a quien desprecio, de quien murmuro, a quien me cuesta aceptar? Saludos.


                 P. Esteban Merino Gómez, sdb