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16 jul 2016

“¡Samaritano¡” MINUTO DOMINICAL

El término, Samaritano, Buen Samaritano, se ha convertido en un sustantivo que define una forma de ser, una conducta, un modo de vida de un hombre, mujer, que es sensible y sabe observar lo que sucede a su alrededor, se conmueve, reacciona, y actúa solidariamente, acompañando e invitando a hacer lo mismo. Este evangelio me ha desafiado hoy de forma especial, pues mientras escribo este comentario, sábado por la mañana, una persona, un hombre de 40 años, ha llegado a la parroquia pidiendo una ayuda para retomar su vida perdida desde hace 20 años.
Jesús ha relatado este hecho de vida para responder a quien le ha preguntado ¿Quién es mi prójimo?  en un diálogo con un doctor de la Ley que busca el camino para ser fiel a Dios: Maestro ¿qué tengo que hacer  para heredar la Vida eterna?. Y Jesús le invita a recordar los mandamientos y a vivirlos. El doctor se los conoce muy bien, de memoria, los ora continuamente: Oye, Israel, el Señor es nuestro Dios…. Amarás al Señor, tu Dios,  con todo tu corazón, con toda tu alma con toda tu fuerza. … (Oración del Shemá Israel) .. y  a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19, 18),.. lo recita todos los días. La fidelidad a Dios se juega en nuestra actitud frente a Él y en nuestras acciones con los prójimos, con los próximos, con los cercanos.
El Samaritano, el Buen Samaritano supo descubrir a su prójimo que era un hombre al borde del camino, en la periferia, a quien habían robado, herido, dejado por muerto,… Este era el prójimo, un desconocido, en un descampado, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Lo curó, lo cargo, y llevo a un lugar seguro en la posada. Es imposible no recordar la imagen-logo del año de la Misericordia y la palabra clave que muestra su sensibilidad: se conmovió, sintió compasión, se le removieron las entrañas, (a ejemplo de una madre que ve sufrir a su hijo) y se acercó y vendó sus heridas.
¡Samaritano¡ Los dos mandamientos son uno. Amar al Señor y al prójimo como a ti mismo. ¿Cómo se hace efectivo este amor al prójimo? Primero: no perder la capacidad de asombrarse, saber mirar, observar, ver la a realidad, no pasar  de largo, ignorando, intencionalmente, lo que las personas están viviendo, insensibles e indiferentes. La indiferencia nos insensibiliza. Segundo: el centro de este evangelio es la capacidad de conmoverse, sentir compasión, dejar que se remuevan las entrañas, indignarse éticamente y desde el corazón reaccionar, acercase y compartir el dolor. Tercero: la reacción tiene que hacerse efectiva en su respuesta con la acción que responda a las necesidades del caído: vendo su heridas, las cubrió  con aceite, lo puso sobre su montura, lo condujo a u albergue, se encargo de cuidarlo,.. Saco dos denarios y pagó por sus necesidades,…no es suficiente, no basta con los gestos de asombro y acercamiento misericordioso, la acción es lo que revierte la situación del caído, lo que es efectivo para resolver su necesidad y hacer cambiar su situación de tendido y medio muerto en camino a cuidado y recuperándose de sus heridas en un casa adecuada. Cuarto: acompaña su proceso de recuperación y lo asegura con su aporte, preocupándose de volver a visitarlo, acompañándolo en su tiempo de mejoría.  La solidaridad no es suficiente con la actuación de un momento puntual, es necesario que sea un proceso que concluya la obra realidad según la necesidad del caído. Quinto: “Ve, y procede tú de la misma manera”. ¡Hazlo tú también¡. Invita a otros a que lo hagan. Imítalo. Repite el gesto. Hazlo una conducta habitual y permanente. Visita a quien has ayudado una vez. Reitera y sigue acompañando a quien has ayudado. ¡Haz tu lo mismo, Samaritano¡. Saludos.


P. Esteban Merino Gómez, sdb